El Hobbit: Un viaje inesperado

Crítica de Felipe Quiroga - CiNerd

OTROS MUNDOS

“El mundo no está en tus mapas ni en tus libros. El mundo está ahí afuera”, le dice Gandalf (Ian McKellen) a un Bilbo (Martin Freeman) que no se decide a emprender una aventura. Y con toda la humildad del mundo, voy a disentir con el mago: creo que hay un mundo en cada relato, en cada novela, en cada película. Y a diferencia de Bilbo, que al principio tiene miedo, nosotros no necesitamos que nadie nos convenza para recorrerlos, y menos a este en particular: el director Peter Jackson ya nos había conquistado con la trilogía de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS (THE LORD OF THE RINGS) y desde hace varios años que somos muchos los que deseábamos regresar a la fantástica Tierra Media, ese mundo mágicamente vasto creado por JRR Tolkien. La espera se tornó casi insoportable y, finalmente, volvimos: EL HOBBIT: UN VIAJE INESPERADO (THE HOBBIT: UN UNEXPECTED JOURNEY), ese viaje tan esperado, cumple con las expectativas. Mucho tiene que ver la maestría con la que Jackson nos guía por esos paisajes fascinantes rodeados de magia, personajes queribles, impactantes efectos visuales y una potente banda sonora. Y como toda expedición, esta comienza en algún lado: a la apacible aldea de Bolsón Cerrado llegan un mago y 13 enanos que pondrán patas (peludas) para arriba la hasta entonces tranquila vida del hobbit Bilbo Bolsón. Juntos partirán hacia tierras salvajes con el objetivo de reclamar el reino de Erebor, ahora ocupado por un monstruoso dragón. Pero el camino no será nada sencillo.
La primera entrega de esta nueva trilogía (que son precuelas de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS) adapta en casi tres horas las primeras 120 páginas de la novela en la que se basa. Sabemos que ha sido muy cuestionada la decisión de Jackson de filmar tres películas con un libro de menor extensión que cualquier volumen de la trilogía del Anillo y, hay que reconocerlo, la sensación de que el relato ha sido estirado se nota en ciertos pasajes: la extensión no es problema cuando se lee, pero en una película la situación es diferente. La llegada (y presentación) de los enanos a Bolsón Cerrado se extiende demasiado, aunque tiene muy buenos momentos humorísticos. Algo similar pasa con la visita a Rivendel, una pausa quizás necesaria para que el resto de la película avance fluidamente después. También hay ciertos elementos de la historia (como las escenas de Radagast y lo de “el mal que está cobrando fuerzas”) que se sienten demasiado inconexas con la aventura de Bilbo, pero son cuestiones que se explorarán en las dos secuelas que nos faltan ver.
La actuación de Martin Freeman es sencillamente genial: su Bilbo es conmovedor, gracioso e incluso valiente cuando tiene que serlo. Quizás la escena en la que mejor se note la capacidad del actor es durante el encuentro con Gollum, personaje también interpretado de manera impecable por Andy Serkis con la técnica de captura de movimiento. Ambos se lucen en un duelo de acertijos que es uno de los momentos más logrados del film. Ian McKellen nos regala otra de sus brillantes interpretaciones como Gandalf, personaje que logra emocionar (y mucho) sólo con la voz y esa mirada de mago viejo que tanto dice (destaco la conversación entre él y Galadriel, en la que explica porqué eligió al hobbit como compañero de aventuras). En cuanto a los enanos llama la atención de que a pesar de la película sea bastante extensa, los guionistas no se hayan tomado el trabajo de desarrollarlos mejor como personajes (sí, ya sé que en el libro pasaba algo así y son varios, pero si hacés una película tan larga podrías explorar un poco más sus personalidades, que te cuesta): sólo Thorin (Richard Armitage) y Balin (Ken Stott) tienen sus momentos, y en menor medida Dwalin (Graham McTavish), Fili (Dean O`Gorman), Kili (Aidan Turner) y Bofur (James Nesbit). El resto están prácticamente de relleno o en el rol de comic relief.
Los fanáticos de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS se emocionarán hasta las lágrimas con las muchas referencias a aquella trilogía que aquí encontrarán, desde algunos temas musicales hasta ciertas escenas o pequeños momentos muy reconocibles. Pero aquí quiero detenerme para mencionar el que creo que es uno de los pocos puntos en contra de la película: de vez en cuando, las referencias pasan a convertirse en meras repeticiones de secuencias ya vistas en EL SEÑOR DE LOS ANILLOS. Como ejemplos de esto se pueden mencionar las escenas en la Ciudad de los Trasgos (que son bastante similares al escape de las Minas de Moria en LA COMUNIDAD DEL ANILLO) o la peligrosa marcha por las Montañas Nubladas (que remite al momento en que la Comunidad del Anillo atraviesa el Paso de Caradhras). Aunque la culpa de esto no es de Peter Jackson, ya que estas situaciones ya estaban en la novela “El Hobbit”, se echa en falta algo de sorpresa o la sensación de asombro que generaron en su momento LA COMUNIDAD DEL ANILLO y sus continuaciones.
En EL HOBBIT: UN VIAJE INESPERADO también se destaca el brillante uso del 3D (uno de los mejores que vi): la técnica suma mucho cuando se quiere generar la sensación de profundidad y en los primeros planos de trolls, trasgos y otras bestias. Además, están muy logrados los escenarios, los set-pieces y el diseño de la mayoría de las grotescas criaturas que amenazan a nuestros héroes. Teniendo en cuenta que las dos secuelas que nos faltan por ver se filmaron prácticamente en simultáneo, es seguro que todos estos aspectos positivos se mantendrán. Sólo queda esperar una historia con un ritmo más intenso y con mayor cantidad de momentos que sorprendan. Ahora es tiempo de tomar un descanso en el camino: en un año veremos cómo siguen las andanzas de Bilbo y compañía. Pero ¿qué hacer hasta entonces? Hay otros libros, otras películas, otros mundos por recorrer: vayan, viajen si quieren, pero sepan que siempre, en algún rincón de su mente, estará la Tierra Media aguardando, latente, como un anillo mágico que espera ser encontrado.