El hilo fantasma

Crítica de Mariano Torres - Fuera de campo

Ironías de los premios Oscar: de todas las (grandes) películas nominadas, la más potente y memorable no sólo casi no recibió distinción alguna (obtuvo el premio en reconocimiento del diseño de Producción de Vestuario) sino que obtuvo incluso menor prensa que el resto de las nominadas. La injusticia para con el enorme film de Paul Thomas Anderson adquiere un vuelco adicional de ironía en la Argentina, donde incluso se estrenó dos semanas después de la entrega de premios. Hace unos años sucedía algo similar con otro gran film independiente, Nebraska (Alexander Payne), que hasta corrió riesgo de no estrenarse en salas pese a su nominación a mejor película.

El Hilo Fantasma es el último opus del director de clásicos modernos como Petróleo Sangriento, Magnolia, Boogie Nights y Embriagado de Amor, y llega con un notable cambio de dirección respecto a sus dos anteriores películas (The Master e Inherent Vice). No es arriesgado decir que, aunque coquetea con lo siniestro y por momentos resulta hasta perturbadora, El Hilo Fantasma es su film más lineal. En esencia, se trata de un drama situado en una cronología imprecisa (sabemos que han ocurrido las dos Guerras Mundiales, pero no queda en claro el año exacto que los protagonistas están viviendo), que narra la tortuosa vida de Reynolds Woodcock (Daniel Day Lewis en su posible último papel), un diseñador de vestidos conocido por su exigencia y excentricidades, pero también por su excelencia y buen ojo. Sus clientas lo aman pero él, claro, no parece del todo amarlas del otro lado, pero para ser francos no es ésto algo personal: es más justo decir que no ama a nadie, salvo quizás al vago recuerdo de su difunta madre. Su hermana y socia(Lesley Manville) lo sabe, y por eso es quien, con los pies en la tierra, lleva por detrás el negocio. Ocasionalmente es, también, quien se deshace de las asistentes “musas inspiradoras” de Reynolds, cuando éstas ya han comenzado a ser un fastidio.

Todo cambia cuando aparece Alma (Vicky Krieps), quien rápidamente enamora con su torpeza al megalómano Reynolds, y comienza a dar vuelta ese hogar-fábrica de vestidos que necesita descontracturarse un poco. Si suena a comedia romántica, vale recordar que lo mismo sucedió en su momento cuando el director dirigió a Adam Sandler en Punch-Drunk Love (Embriagado de Amor), y ya sabemos que con Anderson hasta lo más sencillo esconde algo muy complejo. Ese “algo” son las emociones de una relación romántica tortuosa y descarnada, cuya tensión desborda en situaciones netamente hitchcockeanas, a la vez herederas visualmente del preciosismo visual de Kubrick. Y sin embargo, es injusto hablar de influencias y homenajes a esta altura, porque P. T. Anderson ya hace rato es un nombre por sí mismo, a la altura de los maestros de los que aprendió su oficio.

El Hilo Fantasma no está a la altura quizás de Petróleo Sangriento (¿qué película de este Siglo acaso lo está?), pero no cabe dudas que será analizada en un futuro no tan lejano como una obra maestra del cine moderno.