El hilo fantasma

Crítica de Fernando G. Varea - Espacio Cine

Las nueve piezas del juego. Aún siendo muy distintas, El hilo fantasma (Phantom Thread, escrita y dirigida por Paul Thomas Anderson) y ¡Huye! (Get out, escrita y dirigida por Jordan Peele) podrían ser en el futuro referentes del mejor cine de estos tiempos, así como han perdurado Barrio Chino, The Truman Show, Perdidos en Tokio y algunas otras –no muchas– nominadas al Oscar de las últimas décadas. La de Anderson tiene la singularidad de ser una película con personajes adultos atravesando conflictos de adultos, destinada a espectadores adultos. Sin que ocurran hechos demasiado excepcionales a lo largo de poco más de dos horas, mantiene la tensión con gestos y detalles: una pausa dentro de un diálogo, una mirada cariñosa o desconfiada, una expresión de fastidio, son los elementos de los que se vale para retratar a un obsesivo modisto, su hermana y una joven que se convertirá –no sin dificultades– en su esposa, en la Londres de los años ’50. La trama podría haber conducido al despliegue de lujos de vestuario y escenografía, y sin embargo los vestidos sólo importan en tanto son parte del oficio del protagonista y sus ayudantes (a propósito: qué inusual es ver gente que trabaja, y con esfuerzo, en una película de ficción consagrada por Hollywood). La secuencia en la que el hombre se introduce en una fiesta de fin de año en busca de su amada es un ejemplo de cómo aludir a un evento rebosante de oropeles con la opulencia apenas asomando, casi de soslayo. La historia de amor de El hilo fantasma está cruzada de sospechas y hasta de malicia, sin que esto provenga de un enigma policial sino de los pliegues de la complejidad de los seres humanos. Su intensidad reside en lo que sienten y dicen (o callan) los personajes centrales, pero los intérpretes que les dan vida lo hacen de manera contenida, sin ceder nunca al desborde exhibicionista: por eso mismo, cuando por excepción alguno de ellos sube el tono de voz el espectador se sobresalta. Siempre inquieto, PTA realiza esta vez un film maravillosamente clásico, sobrio en sus formas y con sigilosos homenajes a Hitchcock.