El hijo

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

No es un dato menor, recorrer primeramente la filmografía de su director, Sebastián Schindel para poder situarnos en la propuesta de su último film “EL HIJO”.
Schindel había filmado consagrados documentales como “Renum Novarum” “Mundo Alas” o “Que sea rock” cuando en el 2014 irrumpe con su primera película de ficción “El patrón: radiografía de un crimen” basada en una historia real donde el siniestro dueño de una cadena de carnicerías le obligaba a su peón a vender carne en mal estado al mismo tiempo que planteaba una relación completamente esclavizante y de dominación.
Muchos de los elementos que aparecieron en ese gran thriller protagonizado por Joaquín Furriel, Luis Ziembrowski y Mónica Lairana se repiten ahora en “EL HIJO”.
La irrupción del mundo legal y los vericuetos judiciales por un lado y por el otro, la presencia de lo oculto, lo subterráneo y lo escabroso, son puntos de contacto que se vuelven a encontrar en el universo de Schindel, como así también la fuerte relación de sometimiento y esclavitud, que en este caso toma otras formas y se desarrolla con menor suerte que en la anterior.
“EL HIJO” bien podría llamarse “El padre” dado que todo girará en torno al personaje de Lorenzo, un pintor bohemio y cincuentón que tras el fracaso en su primer matrimonio del que tiene dos hijas con las que ha perdido totalmente el contacto, intenta recomponer su vida con una nueva pareja, Sigrid, una bióloga noruega, quien le anuncia que está embarazada (una gélida Heidi Toini que en parte necesita de esa frialdad para su papel, pero que no logra transmitir toda la perversión y la oscuridad que su personaje necesita).
A partir del momento en que anuncia que esperan un hijo, el tono naturalista con el que trabaja Schindel se irá diluyendo para adentrarnos en un universo más emparentado con la pesadilla, lo onírico y la locura.
Sigrid cambia completamente su forma de ser frente a la maternidad y lo que en un primer momento es un distanciamiento bastante sutil, desencadenará en una expresa violencia y en una indudable animosidad en su contra cuando su hijo nazca y ella se apodere del bebé como si fuese de su exclusiva propiedad.
“EL HIJO” funciona y es mucho más creíble cuando intenta mostrar por medio del misterio, el suspenso y casi bordeando al terror, los peligros de la alienación parental que es un flagelo oculto pero muy presente en la sociedad de hoy en día, tema del cual casi nadie quiere hablar porque pone, en cierto modo, en jaque algunos aspectos “sagrados” de la maternidad.
Pocos hablan de la marcada apropiación, que en muchos casos sucede, de los hijos como botín de guerra y como propiedad de las madres.
En ese juego del doble sentido que se plantea en la faceta más vinculada con lo legal, se puede encontrar una muy buena tensión narrativa, casi Hitchcockiana del hombre inculpado por su propio pasado y sus circunstancias.
Todo va en contra de Lorenzo: su adicción al alcohol, su fracaso matrimonial anterior y sus negativos antecedentes y es el personaje ideal para que la justicia imponga un restricción perimetral y su nueva esposa pueda apoderarse de su hijo con mayor libertad.
Allí irá a su rescate Martina Gusmán como su abogada (alejada del mundo de la pintura en donde fue alumna de Lorenzo y su ex pareja), quien además completa el rompecabezas planteado para el tema fraternal dado que con su actual marido (Luciano Cáceres) están en busca de ser padres, pero no pueden lograrlo.
Por su parte, Sigrid ha dejado bien en claro desde su proyecto de alejarse de las clínicas y decidir tener a su hijo en su casa, que ella tomará el control total de la situación dejando a Lorenzo completamente ajeno al tema y cercenando desde el minuto cero su posibilidad de paternar.
Por si nos queda alguna duda, contratará a una partera que la ayudará y secundará en todos sus planes, una villana perfecta en la piel de Regina Lamm, la actriz ideal para este tipo de papel, que da la máscara adecuada aunque lamentablemente el guion le da muy poca posibilidad de lucimiento con un personaje demasiado estereotipado y previsible.
A medida que Schindel comienza a manejar elementos que hacen que sea imposible dejar de comparar a “EL HIJO” con “El bebé de Rosemary” de Polanski y de una forma mucho más indirecta con la “Wakolda” de Lucía Puenzo por las experiencias que la bióloga realiza en su laboratorio, la película empieza a perder un poco el rumbo y sobre todo, la credibilidad de las situaciones.
La adaptación de la nouvelle de Guillermo Martinez (con un título mucho más obvio como “Una madre protectora”) pierde en su último tramo la fuerza que necesita para darle un cierre acorde a lo que se venía planteando, dado que el guion toma decisiones caprichosas y resuelve situaciones tan complicadas en torno a temas legales (no conviene puntualizar cuáles son para no delatar elementos de la trama) en cuestiones de segundos que hacen que el último acto se torne, en más de una situación, completamente increíble.
Tal como planteaba el gran Alfred Hitchcock el suspenso se diferencia de la sorpresa porque el espectador sabe con anticipación cosas que los protagonistas desconocen.
En “EL HIJO” contamos con información como espectadores que ciertos personajes (como el de Martin Gusmán) no tienen y es ahí donde la propuesta acierta y nos atrapa, aunque –tal como ya fue apuntado- sobre el final resuelve apresuradamente ciertas situaciones, dejando cabos sueltos y un par de escenas que no resisten el menor análisis.
Shindel, de todos modos, logra estructurar un producto técnicamente sólido y le permite una vez más destacarse a Joaquín Furriel desplegando un nuevo personaje en pantalla junto a los secundarios de Martina Gusman y Luciano Cáceres que con una correcta dirección logran evitar todos los mohines a los que se han acostumbrado.
Así y todo, “EL HIJO” deja una idea de film fallido, más atado a una receta de producción que a tomar decisiones creativas con un tema y un planteo, que le permitía mucho mayor riesgo.