El hijo perfecto

Crítica de Regina Fallangi - Cine & Medios

Autoexigencia.

Stella (Rebecka Josephson) es una nena de doce años, gordita y simpática, de esas que todavía no pegaron el estirón ni entienden muy bien el mundo. Katja (Amy Diamond) su hermana adolescente es todo lo contrario, flaquísima y disciplinada, entrena todo el día para competir en patinaje artístico, su pasión.
La familia premia los logros de Katja y trata de encontrarle un rumbo a la más pequeña, algo en lo que pueda destacarse, como la mayor, y también como sus padres que llevan vidas bastante exigidas en sus respectivas carreras para sostener el buen pasar de clase media que lleva la familia.
Un día Stella comienza a notar que su hermana tiene una extraña relación con la comida, que la lleva a cambios bruscos de humor, ataques de ira y profundas angustias. Todo esto altera la vida de la pequeña y afecta su comportamiento. A pesar de haberle prometido a su hermana que no lo haría, Stella le cuenta a sus padres lo que le sucede a Katja.
Al enfrentar la enfermedad de la hija mayor la familia se desequilibra, y pierde la perfecta armonía que tenía. Todo el tiempo y la energía familiar se pone a tratar de atender a Katja, y entre angustia y gritos la familia trata de encontrar ayuda.
En general la anorexia no es un tema muy tratado en el cine, sino más bien un tópico de telefilmes. La directora Sanna Lenken ha padecido la enfermedad en su adolescencia y sabe cómo encarar el tema sin clichés y con una gran sensibilidad.
Es un filme sobre una historia familiar, no sobre una patología, filmado de forma intimista, donde el eje es la relación entre las hermanas y como a pesar de las presiones externas su vínculo nunca se rompe y se hace más fuerte.
Lenken ha construido una muy buena película que resulta muy convincente por el modo en que está encarada la historia, y por las excelentes actuaciones de Rebecka Josephson y Amy Diamond.
Sin golpes bajos ni lugares comunes, la historia refleja lo que le pasa a muchas familias cuando los padres están tan ocupados en hacer lo que consideran correcto para sus chicos. Darles bastante dinero y una buena educación no es suficiente si no son capaces de ver sus verdaderos problemas o de admitir que sus hijos pueden estar enfermos.