El hijo de Dios

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

La pelota no se mancha

Hay un subtítulo que debería llevar “El hijo de Dios”, a manera de recomendación para los espectadores: “Sólo para amantes del fútbol”. Porque esta película entretenida y lograda desde el mensaje y desde lo visual es más disfrutable para todos los apasionados por el juego de la redonda. La acción se desarrolla en Betania, un pueblo donde el fútbol está prohibido, no se puede ver ni jugar en ningún potrero. A excepción del Día de Pascuas, esa jornada es sagrada, y la palabra no es antojadiza. Con referencias claras al western de Sergio Leone, el filme de Fernández y Girod tiene recurrentes guiños bíblicos. Aparecen personajes como Pilatos, el sheriff que es el arquero invicto del pueblo; y otros como Tomás, Pedro, Magdalena y, claro, Jesús, que es una especie de salvador del juego bonito. La metáfora más jugosa se desprende de la participación del Ruso Verea, ex arquero profesional y brillante analista de fútbol. “El fútbol está lleno de victorias impensadas”, dirá desde su prisión. En ese pueblo, el sacerdote tiene un anillo con la imagen de una pelota en vez de una cruz, como para reflejar el poder excesivo que se le otorga al deporte más popular. La corrupción, el “todo pasa”, la gloria y la derrota y hasta un guiño a “Esperándolo a Tito”, el cuento de Eduardo Sacheri, tendrá su espacio en el partido que definirá una liberación, nada menos. Para verla hasta el pitazo final.