El guardián del zoológico

Crítica de Marcelo Stiletano - La Nación

Lo primero que conviene dejar de lado frente a El guardián del zoológico es el lugar común: no estamos ante una película más de animales parlantes y humanos que se sorprenden o se mantienen indiferentes ante ese mundo armado a fuerza de efectos especiales y de animatronics.

Los recursos para hacer hablar a las bestias del zoológico existen, pero aquí se ponen al servicio de otra clase de historia. Lo que resuelven leones, elefantes, gorilas, jirafas y osos es romper una suerte de código de silencio para que el protagonista del relato pueda salir de perdedor.

La víctima es Griffin (Kevin James), versión más inocente y fornida del eterno y ciclotímico adolescente encarnado por Adam Sandler, cuya escudería aparece de un modo muy visible como artífice de este proyecto. Al macizo astro de The King of Queens lo vemos al comienzo fracasando en su intento de proponerle matrimonio a la chica de sus sueños (Leslie Bibb), una rubia tan bella como vacía.

Tiempo después, la muchacha reaparece y el desafortunado héroe, que se gana la vida como jefe de guardianes del zoológico de Boston, sólo acepta probar suerte de nuevo con la inesperada ayuda de algunas fieras, capaces de expresar una vasta gama de sentimientos que van de la ironía a la comprensión. El más cercano es el gorila Bernie, todavía más frustrado que Griffin y arrojado casi a la depresión a fuerza de abusos y maltratos dentro del mismo zoológico.

Sin perder el espíritu de la comedia familiar convencional, el film se propone rescatar a los perdedores, reivindicar cierto comportamiento animal por parte de los humanos y cuestionar desde allí la trivialidad de los excesos en el lujo y la sofisticación. Una trama con suficiente brío y un par de secuencias muy logradas (la primera salida compartida entre Griffin y el gorila, la escena de la boda) contribuyen a ese propósito. Sin embargo, las cosas quedan al mismo tiempo descompensadas por culpa de algunos bruscos cambios de ritmo, cierta sobrecarga en el énfasis de la idea fuerza original y, sobre todo, un muy desafortunado doblaje a la mexicana que arruina chistes enteros y nos priva de disfrutar las voces originales de Nick Nolte, Sylvester Stallone, Maya Rudolph y el propio Sandler.