El guardián del zoológico

Crítica de Emiliano Basile - EscribiendoCine

Basta de animales que hablan

El cine mainstream de Hollywood viene subestimando al espectador hace rato. En El planeta de los simios (R) Evolución (Rise of the Planet of the Apes, 2011), se busca la identificación con un mono que resulta ser más inteligente que los humanos. En El guardián del zoológico (Zookeeper, 2011), es un humano el ser más estúpido entre los animales.

La historia viene así: el cuidador del zoológico es torpe, infantil pero de un gran corazón. Los animales lo quieren y por ello intentarán ayudarlo a reconquistar a su ex novia. Para tal función, los animales del zoológico dialogarán -literalmente- con él.

La estupidización del espectador se viene pronunciando cada vez más con un cine tonto, pasatista, carente de ideas e innovaciones que le otorga todo digerido al público. El guardián del zoológico es un claro ejemplo de esta perversa movida que se viene acentuando año tras año. Si bien hay una adolentización de la platea, la identificación con un mono o con un ser humano de características similares (o inferiores) es demasiado.

El guardián del zoológico está dirigida al público infantil (de hecho iba a estrenarse en vacaciones de invierno pero se postergó hasta ahora) aunque no es motivo para subestimar de manera tan ofensiva al espectador. Sea de la edad que sea.

La película protagonizada por Kevin James (de la serie The King of Queens), es una comedia familiar y no pretende otra cosa. El problema es que reposa toda su imaginación en los gags físicos de su protagonista y los reiterativos diálogos con los animales. Dos grandes ideas si no fuera porque se inventaron hace más de cien años.

Todos los años Hollywood insiste con pavadas de esta índole. El año pasado fue Marmaduke (2010) distribuida por la Fox, antes Una chihuahua de Beverly Hills (Beverly Hills Chihuaha, 2008) de la Disney, que ya tiene una segunda parte. Ahora el turno de persistir con la ultra gastada fórmula de “animales que hablan” es de Columbia Pictures, hoy en manos de la distribuidora Sony.

Nadie busca ni buscará jamás ideas innovadoras en películas de estas características, que quede claro. Pero no por ello uno debe dejar insultar su inteligencia gratuitamente. Sobre todo cuando la entrada supera los treinta pesos.