El Grinch

Crítica de Juan Samaja - CineFreaks

Soy malo y me gusta serlo… bah, ni tanto.

La pequeña comunidad de Villaquién (Whoville) se prepara para celebrar la Navidad con gran pompa y exceso de actitud. Pero esa navidad será distinta a otras; el solitario y amargado Grinch ha planeado robarles la alegría navideña saqueando cada una de las casas para llevarse los obsequios y adornos navideños. Pero el plan se verá alterado por la pequeña Cindy-Lou, quien tiene pensado sorprender a Santa ese año para hacerle un pedido muy especial.

El relato pretende estructurarse en torno a una oposición entre el misántropo Grinch (un extraño ser que vive alejado en la montaña) y la ñoña comunidad de Villaquién, personificada por la pequeña Cindy-Lou.

En un vértice narrativo hallamos a una niña, Cindy-Lou, que vive con su madre y dos hermanos pequeños. La niña está muy preocupada porque su madre carga sola con la crianza y manutención de la familia, y por lo tanto ha planeado para esta navidad enfrentar personalmente a Santa Claus para pedir que su madre pueda trabajar un poco menos. Aunque en la casa no hay figura paterna, ni indicios de la presencia de otro adulto (familiar o pareja), no queda claro si se trata de un pedido romántico o de otro orden, pues la narración deja en la ambigüedad ese tópico. Esta indefinición debilita, a mi juicio, un ya defectuoso relato, y es consecuencia de una decisión general de focalizar la trama en Cindy, dejando de lado las caracterizaciones de los personajes secundarios, en este caso, de la madre que es el objeto principal de la acción de Cindy. De ella nada sabemos, ni porqué está sola, ni si busca amor, o simplemente una mucama, etc.

En el vértice opuesto tenemos a Grinch: un ser solitario y amargado que vive junto a su fiel perro Max. Advertido este año de que la alcaldesa de Villaquién ha decretado festejar una navidad tres veces más grande, decide robarles la alegría y la actitud navideña a los pobladores, bajo la premisa pedestre de que si desaparecen los regalos y los adornos superficiales desaparecería en el mismo acto el espíritu navideño. Decidido a sustituir Santa y engañar a quien lo sorprenda en la chimenea, Grinch cuenta para esta hazaña con la inestimable colaboración de su fiel perro Max y de un obeso alce. Este personaje constituye la otra debilidad estructural del relato, ya que carece de una motivación genuina y dramáticamente estable; incluso la caracterización resulta contradictoria: por un lado, comete “maldades” en su visita a Villaquién, pero se muestra empático, sensible y compasivo con su perro y el alce. Esta caracterización contradictoria anula todo conflicto narrativo consistente, y no habiendo tal cosa las acciones quedan irremediablemente dependientes de los efectos visuales y del conjunto de situaciones más o menos graciosas.

Por otra parte, la idea de “robar la navidad” nos remite indefectiblemente a ese gran relato infantil que es El extraño mundo de Jack (The Nightmare before Christmas, 1993), del genial equipo creativo Tim Burton y Henry Selick que está bajo todo concepto en las antípodas de la película que hoy nos ocupa. Allí el robo estaba asociado a un bellísimo malentendido sobre el sentido de la navidad, y tal equívoco constituía el armazón estructural de todo el decurso del relato; en El Grinch, sin embargo, no hay tal confusión. Jack (el rey de las calabazas) es un personaje sólido, audaz y decidido, y su conducta está orientada por un fin loable pues sabe lo que quiere y no lo abandona. La anagnorisis que protagoniza, por lo tanto, constituye un auténtico drama; por el contrario, la personalidad caleidoscópica del Grinch impide hacernos de él y de su motivación un universo claro, y todo el desarrollo del personaje parece más un caso de esquizofrenia que de genuino aleccionamiento.