El Grinch

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Endulzando al villano

Como era de esperar, la nueva adaptación a cargo de Illumination de ¡Cómo el Grinch Robó la Navidad! (How the Grinch Stole Christmas!, 1957), el legendario libro infantil de Theodor “Dr. Seuss” Geisel, por un lado se ubica muy lejos en términos de calidad con respecto a la entrañable versión de 1966 de Chuck Jones -bendecida por el propio autor y con la voz de Boris Karloff- y por otro lado resulta un poco mejor en relación a la flojísima traslación de Ron Howard del 2000 con Jim Carrey como el personaje del título, un gruñón de pelaje verde y sonrisa maléfica que pretende sabotear la Navidad de Villaquién, una comunidad pacífica utópica, y que en esencia funciona como una sutil reformulación del Ebenezer Scrooge que ideó Charles Dickens para su novela corta Cuento de Navidad (A Christmas Carol, 1843), alegoría en favor del humanismo y contra el capitalismo salvaje.

Estaba cantado que el estudio responsable de La Vida Secreta de tus Mascotas (The Secret Life of Pets, 2016) y de la saga que comenzó con Mi Villano Favorito (Despicable Me, 2010) endulzaría al personaje para hacerlo más “accesible” al público bobalicón familiar promedio de nuestros días, ese que el propio mainstream viene creando mediante campañas gigantescas de marketing para un puñado de productos al año, lo que implicó inventarle al protagonista excluyente un background como huérfano, una estadía durante su niñez en un orfanato y un deseo ferviente de fondo de evitar -en vez de destruir, como en el relato original- la Navidad, esa época del año muy poco atractiva para los solitarios que deben ver cómo las familias se reúnen y celebran. El enfoque elegido es sin embargo respetuoso e incluso intenta reproducir las métricas de las conocidas rimas del escritor norteamericano.

Las buenas intenciones generan una propuesta apenas pasable porque Hollywood vuelve a complementar la simpleza aleccionadora de Dr. Seuss con una catarata de secuencias de acción, diversas “actualizaciones” a nivel de diálogos y situaciones y sobre todo esa obsesión con rellenar la historia de momentos superfluos para extenderla hasta la duración de un largometraje, decisión que atenta contra la paradigmática estructura de las parábolas infantiles que siguen una progresión lineal concreta sin artificios ni tangentes ni chistecitos de por medio. Por otra parte, la animación es luminosa y bella, el desempeño de Benedict Cumberbatch como el mítico canalla verde es muy bueno y hasta se entiende el detalle de darle un carácter más acabado a Max, el fiel perro del protagonista, un personaje que en el original estaba muy sometido a los caprichos de su amo para remarcar su inefable malicia.

Un punto a favor de El Grinch (The Grinch, 2018) es que deja intactas las dos grandes interpretaciones que habilitaba la fábula de Geisel, la vinculada a una crítica al consumismo compulsivo de las fiestas de fin de año en detrimento de valores como la unión y la comunicación entre los hombres (por ello la redención final del villano está homologada al hecho de que malinterpretó el mismo “significado” de la Navidad al pensar que robando los regalos de los Quién toda la jornada se arruinaría de inmediato, cosa que no sucede ya que los humanoides cantan ufanos igual) y la otra lectura relacionada con el Grinch en tanto “odiador social” estándar que se amarga con la felicidad ajena y por ello desea que la aldea comunista celestial sufra tanto como él (la envidia del señor verde -muy en la tradición de la pequeña y alta burguesía- explicaría su militancia en pos del martirio de los Quién, una masa popular uniforme que ve sumergida en la ignorancia y la idiotez). Lamentablemente la película nunca puede escapar de una medianía que la emparenta a otros productos escuálidos como Horton y el Mundo de los Quién (Horton Hears a Who!, 2008) y El Lorax: En Busca de la Trúfula Perdida (The Lorax, 2012), aunque vale aclarar que por lo menos ni se arrima a la desastrosa El Gato (The Cat in the Hat, 2003), definitivamente la peor adaptación de Dr. Seuss que haya dado el mainstream redundante del nuevo milenio…