El gran simulador

Crítica de Ezequiel Coniglio - Cinezalco

Luces y sombras, espejos y reflejos, cine… “cine por todos lados”. Así definió, y retrató, Néstor Frenkel el ambiente que rodea al protagonista de su último documental: René Lavand, “El Gran Simulador”.

Si hay algo que Frenkel supo hacer bien (entre las más destacadas) en “El gran simulador” es meternos en ese mundo intrigante y misterioso en el que le gusta vivir a René Lavand. Con un humor infaltable, inteligente y serio, característico del personaje que estamos conociendo, este ilusionista nos cuenta sobre su vida, su arte y esas mañas que trae la edad.

La atmósfera que es capaz de mostrar y de generar con la música y las imágenes es sumamente exquisita, logrando el clima de estar viviendo los lugares y llegan a generar un gran cariño con el personaje. Las luces y las sombras dibujan otro panorama y le aplican una nota de nostalgia al relato de este prestidigitador.

René es él, con ese halo de misterio y esa voz que cuenta una historia cada vez que sale de su boca. La capacidad narrativa no sólo se aferra a las imágenes y el sonido, sino que el personaje por sí sólo es capaz de narrarnos la historia… y venderla.

Un documental que nos demuestra que los años pasan y que todavía hay lugar en el cine para los grandes artistas argentinos.

“Gracias de parte de toda la comunidad de la magia argentina”, así agradecieron a Néstor Frenkel aquellos que ingresaron a ese mundo de la mano de René Lavand. Un homenaje, en vida, a un gran ilusionista.