El gran simulador

Crítica de A. Degrossi - Cine & Medios

Poesía e ilusión

Un hombre, una mano y su talento. De eso trata este documental que nos permite compartir la cotidianeidad de uno de los más grandes artistas que nuestro país le ha dado al mundo: René Lavand. Ilusionista, no mago, que desde hace más de cincuenta años sorprende a audiencias de los más diversos países y culturas.
El director Néstor Frenkel nos permite conocer el paraíso privado del maestro, un sitio soñado en Tandil, Provincia de Buenos Aires, donde la naturaleza sirve de marco para que Lavand cree, en su "laboratorio", muchas de las grandes ilusiones que luego ofrecerá a su público. El material de archivo con el que inicia este documental exhibe de entrada toda la destreza de este hombre que siendo niño perdió su mano derecha en un accidente, y que lejos de amilanarse se dispuso a practicar la cartomagia hasta hacer de la baraja una parte de su cuerpo.
Lavand logró, además, fundir sus destrezas con formidables historias que narra con pausas precisas, y en este documental conocemos a quien escribió gran parte de esos cuentos que hacen de las presentaciones de Lavand algo único. El archivo nos permite descubrir sus apariciones en la tv estadounidense nada menos que junto a Ed Sullivan, y otras en España con José María Iñigo. Pero por sobre todo, Frenkel nos acerca a un hombre, campechano, que se define como "un contrabandista de frases, un pícaro que aparenta ser culto y no lo es", para de igual forma pedir disculpas por ser inmodesto, "pero si no lo fuera sería perfecto".
Lo que es perfecto es su manejo de la baraja, y solo queda entregarse a su encanto y evitar la búsqueda del truco en sus juegos, porque siempre lo va a hacer más lento y siempre va a conseguir sorprendernos, dejarnos atónitos. Y lo más importante, nos va a regresar a un tiempo mejor, aquel en el que la ilusión era nuestra inseparable compañera.