El gran showman

Crítica de Leandro Rampoldi - Revista Meta

“Nunca hay que subestimar el gusto del público estadounidense. No es un público muy sofisticado”, dijo el estadounidense P.T. Barnum, pionero del circo y principal exponente y creador del concepto de show business durante el siglo XIX.

La recordada frase pronunciada por el empresario sirve para conocer un poco más sobre su pensamiento, influyente y vanguardista para la época, pero también permite adelantar el resultado final y el objetivo principal de El gran showman (The Greatest Showman, 2017), el musical que refleja sus comienzos como productor teatral y animador dentro del mundo del espectáculo. Un objetivo algo vacío de contenido y repleto de papelitos de colores.

La película dirigida por Michael Gracey tiene nuevamente al potente y extraordinario Hugh Jackman como protagonista de un musical. El australiano, que abandonó el pasado año su papel como Wolverine, se pone en la espalda -gracias a su enorme talento- todo el peso de un film que podría definirse como “cómodo”. Un trabajo que no toma riesgos y que apuesta a lo seguro de la mano de canciones poperas al estilo de High School Musical, pero en versión de videoclip circense. Su trabajo actoral, sumado al vestuario y colores que inundan las escenografías, mantienen a flote el desarrollo de la historia.

El Gran Showman se centra en la vida de Barnum (Hugh Jackman). Su infancia pobre en Nueva York, su romance con el amor de su vida (Michelle Williams) y su realización profesional como promotor y frontman. No toca puntos ásperos dentro su biografía. Pero a su vez, la película también bucea en una especie de pseudo discurso sobre las diferencias y la aceptación de lo diferente. Un mensaje que ni ellos mismos se creen.

La música, que estuvo cargo del mismo equipo que creó los temas de la exitosa La la land (2016), contienen, cual jingle publicitario, ese elemento pegadizo y alegre para enganchar al espectador. Sin embargo, el estilo Disney impregnado en la mayoría de las canciones resulta algo meloso y repetitivo. Por lo tanto, la rítmica queda algo confusa y dubitativa respecto del tono de la película. Un film que no subestima al público, sino que les da lo que van a buscar.