El gran showman

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

EL SHOW DEBE CONTINUAR

El nuevo musical de Hugh Jackman demuestra que, a veces, no se pueden rescatar viejas glorias.
Hugh Jackman tiene un vicio y una pasión mucho más grande que calzarse las garras de adamantium. Habiendo dejado los superhéroes atrás (al menos, por ahora), aprovechó para concretar este sueño tardío, la adaptación musical de la vida de P.T. Barnum, para muchos, el creador del show business allá por mediados del siglo XIX.

La idea de Hugh, como productor y artífice, es recuperar ese amor por los musicales más clásicos, pero con una vuelta de tuerca moderna, en gran parte, gracias a la música y las canciones de John Debney, Joseph Trapanese, Benj Pasek y Justin Paul, estos últimos responsables de las letras de la oscarizada “La La Land” (2016).

Nadie puede negar la belleza de estas canciones, pero la espectacularidad (a medias) de los números musicales no es suficiente para impulsar una historia que cae en demasiados lugares comunes y, además, romantiza demasiado la figura de Barnum, en definitiva un explotador que se hizo millonario a costa de los “freaks” que formaban parte de sus exitosos espectáculos.

Todo arranca con un pequeño Phineas que sueña con progresar y compartir su vida con la chica de sus sueños, mientras ayuda a su pobre padre sastre a engalanar a los ricachones de Connecticut. Es época de crisis económica, de desventajas sociales, pero P.T. logra juntar el dinero suficiente para pedir la mano de la joven Charity (Michelle Williams) y comenzar una familia. Cuando hay amor no se necesita nada más, aunque Barnum no es un tipo conformista y en su mente siempre busca prosperar.

De la mano de sus hijas, y algún que otro encuentro fortuito, una idea comienza a formarse en su cabeza. Primero en forma de museo de cera con figuras exóticas, y luego como espectáculo circense protagonizado por los “deformes y marginados” que no encuentran otro lugar de pertenencia.

Así logra atraer al público masivo, la clase media/baja trabajadora en busca de sana diversión, pero no la venia de los críticos y las audiencias más snobs que buscan arte en los escenarios. Ahí es donde comienza la transformación de Barnum, el hombre obnubilado por la fama que necesita la aprobación de todos.

“El Gran Showman” (The Greatest Showman, 2017) intenta ser una nueva “Moulin Rouge!” (2001), pero carece de su dramatismo y su despliegue visual. El director Michael Gracey debuta con este musical, desaprovechando el carisma de Jackman y de otros protagonistas como Zac Efron, Rebecca Ferguson, Michelle Williams, Yahya Abdul-Mateen II y Zendaya, resumiendo todo en algunas coreografías cancheras y una puesta en escena teatral que, igual no consigue causar mucho impacto.

Los musicales beben de la espectacularidad, incluso “La La Land” lo logra con su modernismo. Peo no hay nada atrayente en “El Gran Showman” donde Jackman es el centro de atención, y el resto una parte más del decorado, más alguna historia de amor que se resuelve favorablemente, y traiciones que no llegan a mayores. Todo es bastante inocuo y familiar, como los espectáculos de Barnum.

El guión de Jenny Bicks y Bill Condon no se la juega, ni aprovecha a analizar los verdaderos motivos del éxito de P.T., o la situación socioeconómica de Estados Unidos en esos momentos, propicias para el surgimiento de estos espectáculos y la primigenia cinematografía. No es que sea necesario caer en estas reflexiones, pero le vendrían nada mal a una historia un tanto carente de contenido.

“El Gran Showman” es espejitos de colores. Una excusa para el lucimiento de Jackman que, seamos sinceros, ha hecho cosas mejores como maestro de ceremonia de los Oscar. Lindas canciones, lindo vestuario, pero no mucho más en una época donde los recursos son ilimitados.