El gran hotel Budapest

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

El reino de la excentricidad

El inefable Wes Anderson profundiza su fenomenal y creativo estilo a través de la recreación de un insólito, figurado y lujoso hotel de la ciudad capital de Hungría, en El gran hotel Budapest. Aunque el film transcurre en un país ficticio llamado Zubrowka, en una Europa oriental frívola, sarcástica e imaginaria, en vísperas de la hegemonía totalitaria. Cada vez más personal y audaz en sus enunciados estéticos y narrativos, el director de la genial Los excéntricos Tenenbaum y la reciente y bellísima Un reino bajo la luna, se interna aquí en ese universo europeo de países y reinos hipervinculados (pese a la ausencia de tecnología), haciendo foco en sus supuestos hoteles, los más sofisticados y emblemáticos.

La trama, burbujeante y abarcativa, avanza persiguiendo las peripecias del calificado conserje y de un joven botones de ese famoso hotel europeo. Manteniendo un tono de delirante farsa, ambos atravesarán robos, cárceles, fortunas familiares, asesinos e inspectores con el telón de fondo de un continente, en apariencia, resplandeciente.

Con un diseño de producción suntuoso, elegante en extremo pero también melancólico y decadente, El gran hotel Budapest tiene como marco una insólita pantalla cuadrada que remite a los inicios del cine, lo cual no impide apreciar una imponente parafernalia visual. Y como si esto no fuera suficiente, reúne un elenco inconcebible para cualquier otro realizador, arrancando por un Ralph Fiennes impecable como el personaje que conduce expresivamente todo el andamiaje. Junto a él, Adrien Brody, Tilda Swinton, Willem Dafoe, Edward Norton, Harvey Keitel, Jeff Goldblum, Owen Wilson, Bill Murray, F. Murray Abraham y Jude Law, entre otros, como para que sobren las palabras.