El gran Gatsby

Crítica de Rodolfo Bella - La Capital

Los expulsados del paraíso

Baz Luhrman se ajustó y no se ajustó a la novela de Francis Scott Fitzgerald en su versión de "El gran Gatsby". El director había ironizado al respecto antes del estreno cuando dijo que ya escuchaba "el coro" horrorizado por haberse metido con el "Santo Grial de la literatura estadounidense". La realidad es que no era su obligación hacerlo. Con esa actitud dio luz verde a una banda de sonido que fusiona de manera genial el jazz clásico con arreglos de hip hop y charleston. Lo complementa con "Rapsodia en azul" en una escena apoteótica, una especie de "Mouline Rouge" llevado al paroxismo, que da como resultado una especie de una rave de entreguerras. Su barroca imaginación encontró un límite en el guión, que sigue casi fielmente los diálogos y la trama: la accidentada historia de Jay Gatsby y Daisy Buchanan, dos personas de origen social diferente a las que une la guerra y que, bajo otras circunstancias, no se hubiesen conocido. Luhrmann cambió el tono de algunos personajes y escenas secundarias y les dio un aspecto de caricatura de Guignol. Un recurso similar al que utilizó Tim Burton con "Alicia en el país de las maravillas" sin que un "coro" intente arrojarlo a la hoguera por profanar a Lewis Carrol. Como contrapartida dejó intacta la esencia de los personajes principales: el desdén, la maldad, la inseguridad, el desprecio, la honestidad, la ambigüedad y la obstinación por buscar el amor.