El gran Gatsby

Crítica de Alberto Harari - MI CINE - por halbert

"REGOCIJO AUDIOVISUAL, PERO FALTO DE EMOCIÓN"

El gran Gatsby (The Great Gatsby) es una novela de F. Scott Fitzgerald publicada en 1925. La historia
se desarrolla en Nueva York y Long Island en los años 1920s. El libro original ha sido descripto como el reflejo de la era del jazz en la literatura estadounidense.
El filme tiene un narrador testigo, un presunto escritor llamado Nick Carraway (Tobey Maguire); y mientras escribe sus recuerdos de años atrás, en el que conoció a un enigmático millonario, el espectador recibe su relato por medio de flashbacks que constituyen casi todo el filme.

Jay Gatsby es el magnate en cuestión (Leonardo DiCaprio), un joven apuesto con pasado desconocido, que recibe en su mansión a la high society neoyorkina, brindando rimbombantes fiestas llenas de gente, aunque casi nadie lo conozca, potenciando el sentido de soledad que padece, rodeándose de multitudes que son nadie para él. Salvo, claro, una mujer: un amor del pasado. Ella es Daisy (Carey Mulligan), la prima de Nick, casada con un mujeriego que no la cuida como debe (Joel Edgerton), permitiendo, sin quererlo, el renacimiento de ese antiguo amor (y eso que no estamos hablando de “Casablanca”).
Adaptado por el productor y director Baz Luhrmann (“Romeo + Julieta”, “Moulin Rouge”, “Australia”), éste creó su propia interpretación audiovisual de la historia clásica, incorporando su particular estilo, muy similar al que ya habíamos visto en (la ya mítica) “Moulin Rouge”, que encumbró a Nicole Kidman allá por 2001.

Y esto sería un montaje desenfrenado, visibles y majestuosos movimientos de cámara, aceleraciones artificiosas, una puesta en escena barroca y un atractivo diseño de producción; todo se yuxtapone para recrear ese mundo algo superficial.
La película demora en entrar en la vida de los personajes, y cuando lo hace es a base de estos excesos de estilo y de retratos casi caricaturescos. En la última media hora todo es más sosegado, pues cobra protagonismo cierto aire de tragedia.
El vestuario de la película, siempre al servicio del guión, retrata las almas de los personajes. La cinta, que se revela (casi) como un gran videoclip, mezcla códigos de la moda y la música de antes y de ahora.

DiCaprio, estrella indiscutida de la película (como actor y como personaje), es el que más sobresale, prestándole su estampa a un rol que le calza a la perfección. Maguire se erige como el narrador omnisciente y, en parte, protagonista de la historia, homenajeando casi con un dejo de enamoramiento y gran admiración a ese hombre al que recuerda con lágrimas en los ojos.
El filme entretiene y resulta más interesante ya avanzado el metraje, pero carece de la emocionalidad suficiente para captar el corazón del espectador. Audiovisualmente es irreprochable y merece verse en una pantalla de cine (o de alta calidad).