El gigante egoísta

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

VOS SOS UN GIGANTE BUENO

En la crítica de Anida y el circo flotante, estreno anterior también dirigido por Liliana Romero, decía que se trataba de una película que “confunde respecto del público al que apunta: para los chicos resultará casi tediosa y para los adultos una experiencia liviana, sin mayor atractivo”. La auto-cita (perdón por eso) viene al cuento de que lo mismo podría decir de El gigante egoísta y temía repetirme. Es que esta nueva película de Romero repite viejos errores al adaptar una historia de Oscar Wilde con un aire de cuento infantil un poco monótono. Hay una intención válida de volver a los viejos relatos, pero se olvida que esa estética debe tener una representación contemporánea para ser asimilada (no se trata de correr detrás de las nuevas olas, pero sí de entender por dónde van los tiempos). Es impensado que una generación de niños ultra-estimulados se sienta atraída por un relato que avanza morosamente, en una constante meseta de diálogos extensos y falta de movimiento. Uno puede pensar, en todo caso, en la implicación de un público adulto, incluso cuando algún chiste hace referencia a Cantando bajo la lluvia, pero estamos ante el mismo problema. Cuando la apuesta estética de una película no funciona, naufraga indefectiblemente.

El gigante del título es el protagonista de la película, un ogro que cuida su jardín y odia a los niños que viven cerca, mientras se relaciona con las diferentes estaciones del año que llegan a visitarlo: con Otoño e Invierno tiene relaciones conflictivas, con Verano (el mejor personaje si conjugamos animación, trabajo vocal y psicología) hay cierto entendimiento y con Primavera un amor platónico. De hecho, su objetivo es producir de manera artificial un fruto para que ella lo pruebe, porque aparentemente los frutos que se producen de forma natural recién están maduros para el verano y ella nunca llega a probarlos. La narración estará puntuada, entonces, por la visita de aquellos personajes, que le otorgarán un sentido cíclico y una progresión explícita: sabemos que con la llegada de la última estación se cerrará el círculo de El gigante egoísta, que alcanzará sobre el final una suerte de moraleja ecologista.

Romero suele trabajar la técnica de cut out o animación de recortes, incluso en esta producción donde se observa claramente la presencia de lo digital. Es una técnica artesanal y antigua, que podemos encontrar como gran exponente en la filmografía de Michel Ocelot, por ejemplo. Se trata de una técnica que requiere una precisión técnica, pero además una pertinencia estética. Y en esta suerte de remedo disneyano que propone Romero nuevamente (en Anida… lo hacía a través del uso de canciones), donde finalmente todo debería resolverse por la vía de la aventura, las cosas no fluyen, lucen estancas y rústicas. Sumado a una serie de giros y eventos algo precipitados y sin un desarrollo adecuado, como la redención del personaje hacia el final o el origen de todos los conflictos (la película arranca in media res), El gigante egoísta es un producto escasamente estimulante.