El gato con botas

Crítica de Rosa Gronda - El Litoral

Las virtudes de un gato descafeinado

Mucha agua ha pasado bajo los puentes desde aquel gato afrancesado del cuento tradicional recopilado por Perrault en el siglo XVII y el españolísimo gato interpretado por Antonio Banderas. En el medio, estuvo en 2004 la saga de Shrek 2, donde éste era apenas un personaje secundario pero de carisma arrollador.

Ahora, le llegó la hora de la película propia, donde la picardía del protagonista se sostiene en la expresividad de la mirada y la particularidad de la voz.

En la autopresentación inicial, de cara al público, el héroe gatuno confiesa ser un forajido a pesar suyo: su cabeza tiene precio pero él quiere limpiar su nombre, saldar una deuda de honor que refiere a su pasado, ligado a un par de amigos que no resultaron tales y le hicieron pagar los platos rotos de ambiciosas aventuras malogradas. Esta dupla de no fiar, está formada por el especulador huevo Hampty Dumpty y una seductora gata (doblada por Salma Hayek). Ambos personajes reaparecen en el presente para reincidir en una propuesta de hacerse ricos a partir de riesgosos planes. En este caso, deberán ir en busca de unos frijoles mágicos que remiten a su vez a otro cuento popular.

Un trasplante exitoso

Luego de una natural desconfianza, debido a los antecedentes de sus antiguos conocidos, todos se lanzarán a encontrar esos frijoles prodigiosos que han ido a parar a las peligrosas manos de Jack y Jill, una temible pareja de forajidos. La búsqueda desencadenará otras aventuras, persecuciones y sorpresas en el estrafalario guión, a medio camino entre el western y la trama de fábula tomada de los relatos tradicionales y también de otras películas recientes como “Rango” (la escena de la taberna) y “Piratas del Caribe 4” (el reencuentro entre Katy Patitas Suaves y el Gato es igual al de la pareja interpretada por Deep y Penélope Cruz).

El Gato se roba literalmente la película, a tal punto que no se percibe contrapeso alguno en el resto de las criaturas del relato. El villano con el que este tipo de historia debería contar, brilla por su ausencia (lo más cerca en este sentido es la siniestra pareja de Jack and Jill, a la que finalmente les descubren su veta cómica), tal vez porque -ante todo- nos encontramos con una trama intencionalmente simplificada para el público más pequeño, donde se busca destacar la humanidad del Gato de expresiva mirada e inolvidable voz, que resalta valores como el coraje y la astucia.

El film de Chris Miller si bien no innova, cumple en piloto automático con lo que se espera de una propuesta de estas características. El personaje se trasplanta exitosamente, aunque no hace del humor su punto principal como sucedía en la película del ogro verde. De aquella saga toma la desprejuiciada intertextualidad (Perrault, Andersen, Lewis Carrol) pero es mucho más plana, sobre todo en el desarrollo de gags cómicos. Desde un punto de vista puramente técnico, “El Gato con Botas” luce con un aspecto visual muy cuidado, especialmente en términos de iluminación, con aciertos en la puesta en escena inspirada en escenarios de las aventuras del Quijote y una banda sonora donde predominan castañuelas y aires flamencos que subrayan en todo momento la vitalidad del espíritu español.