El gato con botas

Crítica de Javier Mattio - La Voz del Interior

Calzados firmes sobre tierras movedizas

Como todo felino que se precie, El Gato con Botas -filme y personaje extraído por DreamWorks de la franquicia del ogro Shrek antes que ésta se extendiera sin mayores repercusiones- puede atisbarse como una entidad de carácter escurridizo, por momentos sigilosa, de a ratos trepidante, que pierde gracia en aquellos momentos en que el sentimentalismo y la fidelidad (más propios del universo canino) intentan trazar un "mensaje" y añadir algo de drama serio.

Y es que a pesar de sus picardías delictivas, las que le hacen merecer los motes de "forajido", "bandido" o outsider, el Gato con Botas termina siendo el único faro de verdad (de coherencia moral, digamos) en un mundo en el que todo parece quebradizo y falto de confianza: no sólo los malos son "malos" (la pareja formada por los grotescos Jack y Jill, que persiguen al ganso de los huevos de oro con la misma osadía que el Gato), sino que los mismos compinches del héroe, el huevo histriónico Humpty Dumpty y la misteriosa Kitty Garras Suaves, demuestran pertenecer más a un "afuera" hostil que a la amistad o el romance devoto, respectivamente.

Y tal vez ese sea el mayor atractivo de este filme bastante oscuro (todo lo oscuro que puede serlo DreamWorks, sin alcanzar extremos burtonianos), en el sentido de los entornos periféricos y la sensación de amenaza constante que sufre el Gato, pero también por sus protagonistas: Kitty semeja una Gatúbela sensual y tramposa cercana a Michelle Pfeiffer (aunque su voz rasposa pertenezca a Salma Hayek), y Humpty Dumpty se erige como uno de los personajes ATP más tenebrosos de los últimos tiempos, con su seguidilla de tics y expresiones faciales alteradas por la culpa, la envidia y las ansias de venganza contra su hermano Gato.

Lo que no ayuda del todo es la forzada división tripartita del filme: la persecución inicial, sin dudas lo mejor de la cinta; la búsqueda de las habichuelas y el ascenso hasta el castillo en el cielo donde se pasea el preciado ganso; y el enfrentamiento final con la madre del mismo, una torpe Mamá Ganso símil Godzilla emplumado que arrasa con todo lo que se le cruce. Esa división pone trabas y le quita celeridad a las escenas vertiginosas asistidas por la profundidad del 3D.

A su vez, tampoco aportan demasiado los contados gags (la voz de Antonio Banderas?, una parodia en sí misma, también cansa a la larga, aunque sea una de las claves de la personalidad del Gato) en un filme bastante amargo y sombrío como para despertar la carcajada; y el híbrido cuento-de-hadas-contemporáneo (ahora mixturado con un brumoso imaginario "hispano" de aires western) resulta un recurso ya demasiado recurrente en DreamWorks, aunque El Gato con Botas remonte bastante desde las últimas secuelas de su madre Shrek.