El ganador

Crítica de Pablo Planovsky - El Ojo Dorado

Otra vez más: los golpes de la vida

Basada en la historia real de los hermanos Ward, esta no es la película más brillante sobre boxeo que haya visto el cine. Está bien, la competencia es dura: desde los clásicos populares como Rocky hasta las más prestigiosas como Toro salvaje (la mejor película de Scorsese y definitivamente la mejor sobre boxeo) podríamos nombrar unas cuantas. Hace unos años incluso Ron Howard se animó al (sub)género con Cinderella man (traducida acá como El luchador…). Y si obviamos que lo que hacía Mickey Rourke en The wrestler (traducida acá como… El luchador) era lucha libre, también podríamos decir que era una clásica historia de box. Podría seguir hablando de otros directores respetados que intentaron hacer lo propio. Pero no es la idea. Este es el turno de David O. Russell (Tres reyes) considerado un “rebelde” de Hollywood con The fighter (traducida acá como… El ganador).
Ustedes ya saben la historia: un tipo que a través del boxeo, le da pelea a la vida, y trata de salir de los barrios pobres. No importa tanto la pelea en sí, sino el entrenamiento. Generalmente el protagonista es alguien con quien resulta fácil identificarnos. En el camino hacia el éxito tiene que soportar muchos golpes (bajos, algunos) que le depara el destino, aguantar y ganarse a sí mismo. Todos los lugares comunes, es cierto. Lo que hace David O. Russell durante la primera hora de película es tomar todos esos clichés y entregarlos en forma de comedia. Ahí sí que la película es (y ya que estamos con los lugares comunes…) un knockout: funciona a nivel emocional e intelectual.
Mark Wahlberg es Micky, el hijo menor de los Ward. Es un tipo más que nada callado, de buen corazón, buenas intenciones, algo torpe, pero noble. Entrenado por su hermano, Dicky Eklund, del cual HBO está haciendo un documental. Esta es la década de los ’80 y Dicky cree que el documental es sobre su momento (pasado) de gloria: cuando tiró al piso a Sugar Ray. Claro que algún malpensado va a decir que el gran Sugar Ray en realidad se tropezó. Pero en realidad el documental es sobre la adicción al crack, que no sólo lo consume, sino que afecta a quienes lo rodean. Como sea, todo lo que Micky sabe lo aprendió de él. Es su entrenador, además de hermano mayor. Su madre, Alice, es el manager: es una persona absorbente y manipuladora. Sus siete hijas (grandotas y no con muchas luces) están allí como para acompañar las decisiones de la “familia” aunque sea a la fuerza. El único más o menos normal parece ser el padre, dominado en su propio reino.
Ahora, con este panorama, O. Russell podría haber hecho un melodrama insufrible, sobre la adicción al crack y la ruina familiar, pero no: opta por un relato lleno de energía y originalidad. ¿Cómo? ¿No es todo un gran cliché? Y sí: pero la manera en que está tratado lo convierte en algo fresco. Vamos con un par de secuencias a modo de ejemplo: cuando Micky conoce a la chica “buena” (Amy Adams) que lo va a ayudar a enfrentar a su familia y a conseguir algo de personalidad, la invita al cine. Como pierde la lucha la noche anterior a la salida, para evitar que lo vean todo magullado, la lleva a ver una película francesa. En el camino van tratando de dilucidar cuál es el tíyulo (“Big Epic” dice él) hasta que un snob con anteojos y camisa prolija les dice “¡Belle Epoque! Escuché que la fotografía es estupenda”. La cara del personaje de Amy Adams ya lo dice todo. Cuando entran al cine, ella está totalmente aburrida. Y él, totalmente dormido. Ahora bien, esta es una secuencia muy interesante y es un poco el resumen sobre las películas de boxeo: a veces pueden ser poco sutiles, un tanto torpes, y carecer de esa elegancia que atrae a los snobs. Pero están llenas de corazón, de energía, de garra. El ganador, por suerte, es de esas películas.
Quienes llenan de humanidad a sus personajes y resaltan son Christian Bale (como Dicky) y Melissa Leo (la nominada al Oscar por Frozen River, como la madre). Bale compone a una figura cómica y trágica. Es casi como si fuera un payaso: en inglés la palabra es “goofy”. El tipo se pasea por las calles de Lowell con un cigarrillo en la oreja, la gorra para atrás, devorándose a las cámaras de HBO. Es la estrella. Muchos podrán pensar que él es el verdadero protagonista de la película, y no estarían del todo equivocados. Lamentablemente, no lo es: Mark Wahlberg que es un gran actor, no consigue darle el peso adecuado a su personaje como para que resulte interesante y complejo. El propio Bale, Melissa Leo o Amy Adams están mejor, tienen personajes más fuertes. Si fue decisión del director hacer que este sea un personaje más apagado (después de todo, imaginen crecer en esa familia) no está mal: pero no quita que podría haber sido más interesante. Es un protagonista más bien anodino.
Lo de Bale es lo del típico caradura que nos termina cayendo simpático. No es “malo” pero sus decisiones son equivocadas. El crack lo está arruinando, y vive a la sombra de lo que alguna vez fue su momento de gloria. El actor de Batman inicia, El caballero de la noche, y Psicópata americano sabe cómo construir personajes que no están del todo bien de la cabeza. Personajes que tienen rincones muy oscuros. Su logro y éxito (por el que probablemente gane el Oscar) es hacer que estos resulten… simpáticos. Deseamos más que Dicky le gane la batalla al crack que ver a su hermanito siendo campeón de los pesos medianos. Incluso, las notas emocionales más altas son gracias a (sí, adivinaron) Christian Bale. Más que nada en un final bastante parecido al de The Blind Side (pero mejor: con una ingeniosa vuelta de tuerca).
Wahlberg no es la única falla en lo que podría ser (y por momentos es) una gran película. La segunda mitad del film apuesta por el melodrama. La pelea final resulta menos que interesante. Ahí si que pierde por knockout con, supongamos, Toro salvaje (esa no escaseaba en sangre y violencia: acá casi ni existe) u otras menores como Cinderella Man (que tenía esas radiografías del daño de los golpes). Aunque O. Russell intenta crear la sensación de que la batalla la transmite HBO, consigue algo que no es del todo bueno: que la película parezca de televisión. Es un golpe duro lo que acabo de decir. Pero en el resultado final, El ganador se eleva como una muy buena película, que gana nuestro corazón apenas por puntos. Cuando tenía todo el entrenamiento y la capacidad para volarnos la cabeza. Fin de la pelea.