El ganador

Crítica de Cecilia Martinez - A Sala Llena

Here I go again on my own.

Con un desenlace un tanto previsible y claras reminiscencias de grandes títulos como Toro Salvaje y Rocky, en la historia del primero y en las escenas más grandilocuentes del segundo, El Ganador se abre paso dentro la tradición de películas de boxeo y sale bien parada.

La historia ya es sabida: Dicky Eklund (Christian Bale), alguna vez gran boxeador y orgullo de Lowell, Massachusetts, devenido ahora en adicto al crack, entrena a su hermanastro, el no muy prometedor Micky Ward (Mark Wahlberg), para que logre triunfar en el mundo del box y se convierta en su sucesor. La historia se centra en las vidas disímiles de estos hermanos y la conflictiva entre ambos.

Estamos frente a una historia sobre la redención, la gloria, el reconocimiento personal, las adicciones y, particularmente, la familia. La película nos retrata un sistema familiar altamente disfuncional, matriarcal, enteramente dominado por una madre apabullante (buena actuación de Melissa Leo, un tanto hiperbólica por momentos), sobre protectora, controladora, que niega realidades que están frente a sus ojos y que, en pos de mantener a sus hijos dentro del circuito del box, es capaz hasta de poner en peligro la vida de uno de ellos. La familia funciona como un gran bloque impenetrable e incuestionable. El único integrante que se revela contra esto, que se atreve a desafiar al sistema, es Micky, a partir de la irrupción de Charlene en su vida (sorprendente actuación de Amy Adams, quien por primera vez en su carrera abandona el papel de chica dulce e ingenua, ¡bien por ella!). Micky parece ser el más débil pero, indudable y predeciblemente, termina siendo el más fuerte y el más coherente de todos.

Mark Wahlberg nunca me convenció demasiado; tiene una cosa entre cansina, apática e inmutable, casi como si le diera paja actuar, pero acá ese estilo cuadra a la perfección con su personaje porque, justamente, Micky es así, un tipo opacado por su hermanastro, con poca confianza en sí mismo producto de varias derrotas en el cuadrilátero, un tipo pensante, calmo, reflexivo, que contrasta violentamente con el resto de esta familia ruidosa, violenta, expansiva, con 7 hermanas (geniales las escenas de ellas) que funcionan como una gran patota intimidante, con su madre a la cabeza.

Y Christian Bale es un groso, ni más ni menos. Mas allá de la caracterización física (nuevamente con gran pérdida de peso), Bale actúa con los ojos, con la boca; en este film, su rostro es un constante deleite visual, que transmite millones de sensaciones en cada plano. Con los ojos desorbitados, el ritmo cuando camina y ese acento tan particular, nos muestra lo más apasionado y loable de Dicky, así como también su lado más oscuro y sus peores miserias.

Pero en mi opinión, el aspecto más interesante del film es la puesta en escena, la cual impregna a toda la película de un realismo asombroso. El film está rodado, en su gran mayoría, con una steady-cam, especialmente en la primera parte, en la que el canal HBO sigue a Dicky para hacer un documental sobre él.

Las escenas de las peleas son realmente increíbles. Como todas las peleas de Micky Ward fueron televisadas por HBO, se usaron imágenes reales de esas peleas y el audio real de los comentadores. Para filmar el resto de las secuencias, se contrató al equipo técnico de HBO con sus cámaras, lo que brinda esa imagen tan particular. El resultado: realismo puro, naturalismo, crudeza, autenticidad. Estamos ahí, somos parte del público, los boxeadores nos salpican con su sudor y su sangre. Sumado a eso, mientras miraba esas escenas, pensaba: “A Mark Wahlberg le están dando en serio” y, efectivamente, Wahlberg no usa dobles para las escenas de las peleas, es él y pelea en serio. Para ello, pasó 5 años entrenándose para ganar masa muscular y aprender las tácticas de Ward a la perfección. Sus contrincantes también son boxeadores reales.

Y para terminar, y ya que amo profundamente la música, quisiera hacer un comentario sobre la banda de sonido, la cual incluye grandes temas de grandes bandas como Aerosmith, Led Zeppeling, Whitesnake, The Rolling Stones y Ben Harper.

Las películas que tienen algún tema que yo amo suman puntos a lo loco. Hacia el final, hay una escena hermosa: Christian Bale y Mark Wahlberg caminan por la pasarela, en dirección al ring, de fondo suena “Here I Go Again” al mango y ambos la tararean, mientras Bale le palmea el hombro a Wahlberg. ¡¡Qué escena perfecta!! Estas son las cosas que me ponen la piel de gallina y me dan ganas de llorar y de abrazar al director y decirle: ¡¡¡¡¡Gracias por esto!!!!! Es una sensación que me invade, un deseo de que esto no termine nunca, de que este momento no se me vaya, de querer guardarlo en la retina para siempre. Y eso que no estoy hablando de una película que me re craneó, pero esta escena es simplemente inolvidable, “Cause I know what it means, to walk along the lonely street of dreams”.