El futuro que viene

Crítica de Catalina García Rojas - Visión del cine

En su debut como directora Constanza Novick presenta El futuro que viene, un retrato crudo y sincero sobre la amistad entre mujeres, con una dupla actoral inmejorable de Dolores Fonzi y Pilar Gamboa.
Junto al nuevo arquetipo femenino, Novick propone un análisis muy profundo y distinto de las relaciones entre mujeres; la esencia misma de la película se constituye en la amistad entre Romina y Florencia y cómo a pesar de las adversidades se mantiene a través del tiempo.

El vínculo de ambas se desarrolla en tres etapas. Primero 1988, Confetti’s de fondo, la nostalgia de la época se refleja no sólo en la ambientación y en la estética sino también en la coreografía de las dos preadolescentes. Las amigas comparten el mismo colegio, los mismos gustos y actividades. Hasta incluso memorizan los diálogos de su novela favorita. Todo construido bajo un lenguaje privado que sólo ellas comprenden. Cada una va desarrollando su personalidad al mismo tiempo que transitan los típicos momentos de la pubertad como el primer amor y los conflictos familiares.

Luego avanza hasta el 2004 cuando las amigas se reencuentran. Florencia (Pilar Gamboa) llega de México y se refugia en la casa de Romina (Dolores Fonzi), ahora casada y con una hija. A pesar de los años su relación se mantiene intacta, su lenguaje corporal es el mismo y sus diálogos tienen la misma sinceridad que antes. Pero ambas se encuentran en distintos momentos: una establecida y con las inseguridades de una madre primeriza y la otra como una exitosa escritora que vive con la misma impulsividad que en su adolescencia. Estas diferencias ayudan a que su relación comience a tensionarse y ciertos temas pendientes se verbalicen con una intensa despedida.

La última etapa, en la actualidad, ya maduras y con hijas adolescentes, vuelven a juntarse y una vez más se comprueba que el vínculo que las une es más fuerte que cualquier situación que enfrenten.

Lo excelente de la película no reside en contar grandes hazañas, sino en hacer foco en escenas normales que no tienen ningún interés especial y que Novick transforma en conversaciones brillantes. Precisamente la intimidad entre los personajes se manifiesta en el hecho de compartir un código privado. La existencia de un lenguaje íntimo y común entre personas que se quieren. Pertenece a su tejido verbal y es tan particular como intransferible. Y pone de manifiesto una complicidad que se concreta en el modo en que hablan de su cotidianeidad, de sus trabajos, de su situación vital y de sus proyectos.

Su amistad se podría calificar como fiel pero no constante, aludiendo a la existencia de sus posibles diferencias emocionales, pero con una profunda sintonía que no cabe minimizar porque sustenta su relación y emerge incluso cuando las circunstancias son más adversas. La amistad, como lo que no se cuida, acaba muriendo y eso es una lección que deja el film. El sentimiento más certero quizá sea agridulce, porque con el paso del tiempo también se aprenden cosas buenas, el valor de la autenticidad, de la identidad, de la lucha por lo que nos apasiona, de la seguridad que llega con la madurez.

El futuro que viene regala dos protagonistas con las que el espectador se puede identificar. Ambas son el punto de encuentro. Las excelentes actuaciones de Fonzi y Gamboa ayudan a construir la veracidad de este vínculo. Para que una ficción logre alzarse como voz colectiva no hace falta un amplio abanico de personajes o tramas, sino un enfoque con personalidad, próximo al espíritu con el que el público enfrenta sus problemas. Como por ejemplo, el comienzo de la maternidad, contado en diálogos contundentes, que visualiza con mucha humanidad lo complejo que es para una mujer esta etapa de su vida, confusa, frustrante, pero también satisfactoria.

A lo largo de la historia se observan mujeres que sufren, que se apoyan, que se preocupan, que se desquician. Todo esto construido bajo un universo femenino que evade completamente los estereotipos y que también escapa de los mitos fabricados alrededor del género.