El futuro perfecto

Crítica de Diego Papic - La Agenda

Un cuento chino

En El futuro perfecto, la alemana residente en Argentina Nele Wohlatz cuenta la historia de una inmigrante china y su relación con el lenguaje.

Una de las formas de definir la identidad es a través del lenguaje. Somos seres sociales porque compartimos un lenguaje, una forma de hablar. Con esta idea como norte, la alemana que vive en la Argentina Nele Wohlatz cuenta la historia de Xiaobin (Xiaobin Zhang), una inmigrante china, y su improbable relación con Vijay (Saroj Kumar Malik), un indio que también llegó al país hace poco y no domina el castellano.

El futuro perfecto es una película de ficción, aunque los elementos que la componen forman parte de la realidad más prosaica: Wohlatz conoció a Xiaobin en un curso de castellano y si bien la puesta es artificial, recrea la vida de su protagonista con cierta fidelidad.

Al comienzo, una mujer fuera de campo le hace preguntas de su vida a Xiaobin, que las contesta en un castellano muy deficiente. Ese es el punto de partida del relato, que luego alterna escenas cotidianas de la joven intentando sobrevivir en los diferentes trabajos o relacionándose con distintas personas, y escenas del curso de castellano.

Es bastante interesante el resultado porque si bien la historia tiene cierta melancolía (los padres de Xiaobin no quieren que ella se integre a la comunidad porteña, la echan de algunos trabajos, la relación con Vijay no es la que espera), el tono es de un humor seco y tierno a la vez, despojado de toda clase de melodrama. Creo que ayuda a eso el hecho de que toda la película esté hablada en un castellano extraño, en esa media lengua que usan Xiaobin y Vijay para comunicarse entre sí y con el resto. Como esos diálogos de Martín Rejtman que parecen mal actuados pero que, por el contrario, están pensados con un tempo y una entonación precisos.

El relato avanza y lo que parecía una historia cotidiana adquiere cierto vuelo narrativo, cuando la relación entre Xiaobin y Vijay da un vuelco inesperado. Lo que sucede al final termina de plasmar una extrañeza que estaba desde el comienzo, como adormecida, y seguramente dividirá aguas. Por un lado, puede parecer un artificio para extender el metraje a un poco más de una hora. Pero por el otro, transforma a la película en un objeto diferente, un poco más ambicioso, y sin dudas fascinante.