El francesito

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Inconscientes

Nunca un mejor titulo, “El francesito. Un documental (Im)Posible sobre Enrique Pichón-Riviere”, dirigido por Miguel Kohan, el mismo de “Café de los maestros” (2008), tal como si fuese un profesional de bucear en la memoria, intenta reunir la información necesaria para redescubrir un personaje tan complejo, conocido por nombrado y al mismo tiempo inexplorado, ignoto para el gran público, como lo fue éste psiquiatra, psicoanalista, cofundador con Arnaldo Raschcovsky, entre otros, de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), que luego abandonaría, y padre de la psicología social en la Argentina.
El formato elegido se divide en dos variables, por un lado, una que se sostiene a lo largo de todo el filme, en tanto estructura sostenida desde las entrevistas a aquellas personas que lo conocieron, pero con quiebres en cuanto a los temas en que va a circular ese espacio temporal del relato. Dicho de otro modo, desde lo netamente profesión de la salud, hasta las incursiones por el arte o el deporte realizados por el personaje a descubrir.
El director logra el cometido de desprenderlo de todo el bronce que lo rodea, para presentar al ser humano de carne y hueso, con sus pasiones y sus demonios, sus virtudes y defectos, sus contradicciones y descubrimientos, con la teoría y la práctica, de su forma de ver, enfrentar, y lidiar con la locura, hasta la vida social y sus propias necesidades de vivir dentro de la comunidad y no en paralelo.
Desde su nacimiento en Suiza, y su traslado a la Argentina, su infancia en Florencia, un pueblo de la provincia de Santa Fe, en Goya, Corrientes, para luego recalar en Buenos Aires.
Todo esto está construido como si fuese el trabajo de un periodista, tratando de correr el velo del misterio, al estilo del filme de Orson Welles “El ciudadano” (1941, o un detective tratando de encontrar una verdad inasible.
Uno de los logros de ésta obra fílmica es la elección desde el titulo, tanto en como nombrarlos “El Francesito”, que sólo al final del filme y en la voz del propio Pichon Riviere, sabremos la razón de ese apodo, al mismo tiempo que da cuenta de la titánica tarea de lo (IM) posible de concentrar en un documental de 90 minutos a tal personaje.
El contenido del texto, ya sea la investigación o las entrevistas, se ven sustentadas por las formas, con mucha originalidad artística desde lo cinematográfico.