El fin del Potemkin

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

Realizada por un cineasta marplatense, asiduo colaborador de Luis Puenzo, El Fin del Potemkin narra con hondura e imágenes de gran poder expresivo una historia singular que abarca a Rusia y Argentina, a través de localidades como Mar del Plata, Moscú, Bielorrusia, Letonia y la Patagonia. Misael Bustos reconstruye la compleja e insólita trama de un grupo de marineros de la Ex URSS rusos varados en la gran ciudad balnearia a fines de 1991, a causa de que el barco pesquero en el que trabajan quedó desamparado ante la disolución de la Unión Soviética. Exiliados contra su voluntad y sin ser reconocidos por su patria ni siquiera en el aspecto de los salarios adeudados, debieron subsistir en un país muy ajeno, sin recursos, casi incomunicados y luchando por adaptarse a costumbres extrañas para ellos. Bustos focaliza en dos de los que quedaron vivos de ese duro trance, Viktor, especialmente, y Anatoli, ex tripulantes del barco mercante Latar II, detenidos en el tiempo y sobrellevando esa situación límite con la mayor dignidad y temple posibles. Un trabajo de rodaje y filmación de notables aristas, realzado por planos de gran fuerza visual enmarcados por la apropìada y melancólica música de Guillermo Pesoa.