El fin de la espera

Crítica de Iván Steinhardt - A Sala Llena

En El Fin de la Espera, Jacinto está grande ya. Anda por los setenta y largos pero sigue siendo un idealista. Uno de esos pocos hombres que uno se encuentra en la vida y no queda sino admiración por la fidelidad incorruptible a sus convicciones. Una fundación le otorga desde hace tiempo un subsidio para llevar adelante una suerte de granja que alberga chicos carenciados. Pero…

La fundación decide torcer el rumbo de su imagen a otro lado y quiere quedarse con los terrenos ante la negativa de Jacinto quién se declara inamovible del lugar hasta que no quede un solo chico sin tener una oportunidad de subsistir. (Tamaña gesta la del viejo en la Argentina de hoy). A todo esto, hay un político corrupto dando vueltas, un hombre acusado de fraude que eventualmente ayudó a Jacinto durante la campaña y ahora necesita un lugar para “desaparecer” por un tiempo hasta que la cosa se calme y el periodismo deje de preguntarse donde está la plata. Este es el contexto que rodea la historia de un hombre y su lucha por sacar adelante un proyecto de ayuda a los más necesitados.

El Fin de la Espera es un film “hecho con dos pesos”. Proporcionalmente, Mi Primera Boda tendría el presupuesto de Transformers para que se de una idea de lo que estamos hablando.

Por eso el director, eligió una historia simple, llevada a cabo con lo que hay sin caer en lo pretencioso. Son estos y no otros factores, los que hay que tener en cuenta para disfrutarla. No podemos como espectadores de cine en este siglo, exigirle lo mismo que a un tanque de Hollywood porque los millones en esta película solo están en la ficción de la misma.

El personaje de Jacinto está interpretado por Ulises Dumont pero la película es de 2008. El propio productor Enrique Muzio, presente en la función de prensa, contó en exclusivo para A SALA LLENA, que decidieron no estrenarla entonces porque Ulises se fue de gira el 29 de

Noviembre de ese año. Casi tres años después podemos verlo en la última película que filmó. Su actuación es de esas con características consagratorias. El Fin de la Espera no hubiera sido posible sin Dumont. Una entrega y un sacrificio por su profesión como pocas veces he visto porque Ulises estaba mal ya en ese momento y sin embargo lo vemos cargar piedras bajo el sol tucumano o levantar una batería de automóvil. Admirable y conmovedor. Su Jacinto se enoja con la coyuntura, protesta y se planta en su posición como nos gustaría a nosotros. Grita o putea cuando es necesario y desde esa rigidez se maneja con los chicos. Un papel que valdrá seguramente algún premio vernáculo aunque suba otro artista a recibirlo en su nombre.

Desde la realización, el director Francisco D’intino presenta y estrena su tercera película en lo que va de 2011. Considerando lo que había, sale apenas airoso de una propuesta en la que hubiera sido fácil caer en vueltas de tuerca innecesarias. Por el mismo motivo (plata) los rubros técnicos como el sonido o el arte, llegan a hacer pie y por el lado del guión parece un poco precipitado el final. Uno se queda masticando si había antecedentes suficientes para este desenlace o algo quedó fuera de la edición definitiva. El Fin de la Espera es para ver a uno de los grandes actores argentinos en su máximo potencial haciendo lo que sabe. Sólo alguien con mucho talento puede hacer eso en el estado en que estaba. Levantar algunas piedras y levantar la película entera.