El falsificador

Crítica de Mariano Casas Di Nardo. - La Prensa

La verdadera historia de 'Cioma' Schönhaus es fascinante. Un joven judío de 21 años que en la decadente Berlín de los años '42 y '43, en plena Segunda Guerra Mundial, se dedica a vivir la buena vida gracias al don artístico que tiene para falsificar todo tipo de documentos. Y así, mientras sus pares son perseguidos y enviados a campos de concentración, él ayuda a que muchos de su misma religión puedan escapar del aparato nazi con identidades adulteradas.­

Por su parte, su alter ego, el oficial de marina Peter Schönhausen, le permite inmiscuirse en fiestas partidarias, transitar libremente por los servicios públicos y vivir la ciudad como uno de raza aria. Recordemos nuevamente que esta historia fue real. Schönhaus murió a los 92 años, en 2015, once años después de haber publicado sus memorias, 'El falsificador de pasaportes', texto que inspiró a la realización de esta película.­

Sin embargo, el filme de Maggie Peren en su rol de guionista y directora, no logra transmitir en casi ningún momento la tensión que habrá vivido el protagonista. Sabemos que Hollywood se hubiese hecho un festín con una historia así, sólo basta recordar el derrotero de Leonardo DiCaprio escapando de Tom Hanks en `Atrápame si puedes'. Tal vez la esencia alemana o la historia en sí y el dolor que aún perdura no le permitieron volar, pero no hay emoción en sus escenas. Con diálogos chatos, musicalización que nos obliga a tensionarnos o relajarnos sin espontaneidad, apenas la participación de Nina Gummich le pone nervio a un relato neutro.­

­BERLIN ESPECTRAL­

Después, por dentro de los niveles bajos de la ecualización, la historia de amor entre Schönhaus (Louis Hofmann) y Gerda (Luna Wedler) es a lo que nos aferramos para llegar al desenlace obvio, porque no hay síntomas de persecución ni de planes truncos.­

Lo positivo de 'El falsificador' es que muestra el peor perfil de la Berlín nazi. El desasosiego de sus habitantes, las pequeñas guerras que acontecían en los edificios, la impunidad de los fieles a Hitler y el desamparo que cohabitaba entre los ciudadanos, sin dinero, sin agua, sin electricidad, con todo un país a disposición de un plan chocado que se desmoronaba día a día. Y aquí, el ADN alemán juega a favor de la cinta, porque solo ellos pueden transmitirlo como lo hacen en cada toma, en cada cuadro.­

Peren tenía en sus manos un guion de oro, cortador de tickets por excelencia y, sin embargo, no logra llegar al corazón del público. No agobia ni entretiene. Tal vez alguna remake de algún intrépido productor logre tal cometido. Porque en sí, la historia de Samson 'Cioma' Schönhaus es una joya en bruto, para aplaudir cada vez que se lo recuerde.­