El exótico hotel Marigold

Crítica de Karen Riveiro - Cinemarama

El ritmo de la vida (cuando está por terminar)

Como gran parte de las películas corales, El exótico Hotel Marigold comienza describiendo apresuradamente la vida de múltiples personajes, intercalando sus personalidades y haciéndolas confluir en un momento de unión que, en este caso, representa la decisión de hacer un viaje a la India. Y si bien –y tal como en esa mayoría de films– ningún otro fragmento volverá a tener esa dinámica de síntesis rápida y precipitada, posteriormente el mecanismo se trasmitirá a muchos otros elementos. La película de John Madden podrá definirse, a partir de entonces, en términos similares: predominio de las figuras y sus personalidades y una forma de mirarlos bajo la condensación y el atropello narrativos. Pero no sólo el formato coral representará esa presión sino que también lo hará la misma situación argumental, que les obliga a soportar tanto el peso de la edad (todos tienen más de sesenta años) como el desafío de adaptarse a la cultura hindú.

Pasados los primeros minutos, Evelyn (Judi Dench), Graham (Tom Wilkinson), Douglas (Bill Nighy), Jean (Penelope Wilton), Muriel (Maggie Smith), Norman (Ronald Pickup) y Madge (Celia Imrie) se internan dentro del paisaje inquieto y colorido de la India. Aquí Madden despliega los recorridos de cada uno de ellos, cómo y qué lugares visitan, y las relaciones que entablan entre sí. Además y a la par, articula la historia de Sonny (Dev Patel), joven dueño del Hotel Marigold, que intenta superponerse a la crisis económica así como a la rigidez de su madre, que le prohíbe casarse con su novia. Con excelentes actuaciones, algunos buenos momentos de humor y mucho dinamismo, El exótico Hotel Marigold focaliza su desarrollo en torno a la vejez y sus grandes dilemas: la soledad, el miedo, la necesidad de liberarse o cambiar, etc. El temor a que la vida termine ofrece entonces el sostén para la acción narrativa, que se mueve tan ligera y livianamente como el pueblo hindú y como la cámara que lo atraviesa captando sus rincones movedizos.

Hacia el final, la soltura con la que la película de Madden se desenvuelve puede verse claramente en una resolución mágica y abrupta que, sin embargo (y es probable que gracias al contrapeso de las actuaciones), no consigue estropear el resto. Pero, en realidad, hay algo que es irreprochable del desenlace y es que, para estos personajes, la cercanía de la muerte impide el querer vagar por aquellas cosas sin fin, sin solución o sin sentido. Por eso es que la frase que articula el film promulga que si no está todo bien, aún no es el final: no importa que la vida siguiese después del happy ending que se nos muestra; basta con haber llegado a esa estabilidad ideal de las cosas resueltas, que uno asume le gustan al cine, pero también a la vida real. En el ejercicio de esa libertad, El exótico Hotel Marigold cierra un relato sin muchas pretensiones más que la de captar esas fluctuaciones que se dan hacia el fin de la vida, y que en un país como la India parecieran ocurrir casi al ritmo de lo cotidiano.