El exorcismo de Dios

Crítica de Patricio Ferro - Loco x el Cine

El exorcismo de Dios es una película de terror escrita y dirigida por el cineasta venezolano Alejandro Hidalgo, que vuelve a abordar el tema de las posesiones demoníacas en una coproducción entre México y Estados Unidos. Y se encuentra protagonizada por Will Beinbrink, acompañado de Maria Gabriela de Faria, Raquel Rojas, Hector Kotsifakis y Joseph Marcell, entre otros.

La historia se centra en el padre Williams (Beinbrik), un sacerdote que comete un crimen estando poseído por un demonio llamado Balban, luego de realizar un exorcismo. Y que dieciocho años después debe volver a enfrentarlo, cuando posee a una joven vinculada a estos hechos, encontrando la forma de redimirse de su pecado en este nuevo enfrentamiento.

En primer lugar, es imposible dejar de comparar esta película con El exorcista, clásico de William Friedklin, que aborda el mismo tema de la redención mediante el enfrentamiento con un demonio. Para lo que también recurre a una serie de efectos efectivos para generar sustos en los espectadores, pero cometen el serio error de explicar todo en las primeras escenas, que anulan la generación de suspenso en el espectador, y por lo tanto el interés del mismo en lo que ocurre.

Las actuaciones merecen un párrafo aparte, porque no funcionan por la inexpresividad de su protagonista, que no refleja las consecuencias terribles de la crisis moral que atraviesa, siendo atormentado por imágenes surrealistas en las que Balban se manifiesta, y que recuerdan a la franquicia de Pesadilla en lo profundo de la noche. Y ocurre todo lo contrario con su mentor, el padre Michael Lewis (Marcell), que demuestra su carácter irascible gritando enfurecido, lo que lo convierte en un personaje insoportable.

En conclusión, El exorcismo de Dios tiene el encanto de las películas de terror de bajo presupuesto, ya que entretiene a fuerza de golpes de efecto.  Aunque lamentablemente su interesante potencial se desaprovecha por las malas actuaciones y una puesta en escena que ubica en un lugar pasivo al público.