El exorcismo de Anna Waters

Crítica de María Paula Rios - Cinepapaya

Fórmulas repetidas y aglutinadas en una misma historia ambiciosa y sin tensión.

Primero que nada echemos culpa a los traductores de títulos, si a la película se la llama El exorcismo de Anna Waters, nos imaginamos que estamos ante una historia de posesiones, cosa que aquí ocurre, pero solo en los últimos diez minutos del film, cuando el mismo ya transitó todo tipo de mixtura de estilos. El verdadero título resulta ser The Offering, que sería algo así como la ofrenda o el ofrecimiento, el cual iría más acorde con lo que narra la película.

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De todos modos el nombre no cambia nada porque nos encontramos ante una historia plagada de clichés del cine de terror, un aglutinamiento de temas metidos en una misma película. Todo comienza cuando Jamie (Elizabeth Rice), una exitosa reportera que vive en Estados Unidos, viaja a Singapur al enterarse de que su hermana ha muerto en extrañas circunstancias. Allí la espera su sobrina de doce años, quien ha presenciado “el suicidio” de su madre; y su cuñado, quien por cuestiones laborales se encontraba fuera del país en el momento del macabro suceso.

Al principio la historia se torna de investigación, tipo thriller de suspenso mezclado con apariciones fantasmales dignas de los filmes de casas embrujadas. La cosa no termina aquí, porque en paralelo vemos conferencias de un cura exorcista y a otro sacerdote especializado en redes sociales, quienes también comienzan una investigación porque hay indicios de premoniciones bíblicas relacionadas a la llegada del maligno a este mundo. Pero aún hay más elementos, todos los muertos se conectan porque padecen una enfermedad y el demonio los domina a través internet, causando todo tipo de virales.

Nos encontramos con un film que, ante tanto exceso temático, no es efectivo en su narración: las apariciones no asustan, el exorcismo es risible y la historia se torna in-creíble. No hay sorpresa, solo sopor, por si esto no fuera suficiente, los efectos especiales son precarios y la dirección de arte brilla por su ausencia. Este remedo mal cohesionado, de miles de películas que ya vimos, es El exorcismo de Anna Waters.