El etnógrafo

Crítica de Miguel Frías - Clarín

La creación de un universo

¿Y si no existiera la realidad sino interpretaciones de la realidad? ¿Si el mundo que percibimos fuera apenas una construcción cultural? Preguntas ampulosas que El etnógrafo no plantea y sin embargo genera, casi como si no quisiera hacerlo, a través de una historia sencilla, libre de retórica: para que cada uno le otorgue sentidos.

Como en su documental Bonanza , Ulises Rosell (Sofacama) elige un gran personaje y lo muestra en armonía con su hábitat. La extrañeza (para el espectador, no para el protagonista) está en el cruce. El cruce de John Palmer, antropólogo inglés que en los ‘70 vino a investigar a los wichí -para su tesis en Oxford- y hoy es uno de ellos. Es y no es: lo más preciso sería decir que creó un universo con su familia. Sería erróneo pensar en un excéntrico, en un filántropo, en un conquistador benigno.

Lo vemos en convivencia -tan distinta a la urbana- con su pareja, Tojweya, y con los cinco hijos de ambos. Alternando inglés, wichí y castellano. Defendiendo los derechos aborígenes sin declamación, porque no intenta ejercer el paternalismo ni la denuncia, sino reclamar lo propio, y mostrar que una misma ley es inaplicable para distintos grupos étnicos. Hacemos empatía con él (que es británico), aunque lo sentimos “del otro lado”, en un territorio que no terminamos de comprender, acá, en el norte argentino.

La película tiene virtudes elusivas. Por ejemplo: prescindir de las explicaciones. Palmer -en realidad, Rosell- no nos dice cómo decidió cruzar la frontera ni por qué lo hizo. La huellas de su pasado se limitan a una charla telefónica, larga distancia, con su madre y a una foto de él, en medio de los créditos finales, en la que vemos a un niño bien british, casi aristocrático, en el que cuesta reconocer al gregario Robinson Crusoe que alguna vez partió en busca de misterios y terminó siendo parte de ellos.