El estudiante

Crítica de Lucas Moreno - Bitácora de Vuelo

QUE SE VAYAN TODOS DEL CINE

El Estudiante como mercadería artística es estrategia pura. La maximización de sus recursos es guacha, precisa y astuta.

Narrativamente absorbente. Sus personajes, carismáticos todos. Sus giros, desconcertantes y coherentes. Suspenso, ironía, gracia; todo combinado por un químico meticuloso. Pero esta perfección no se debe a la reproducción de una fórmula estándar; El Estudiante se estructura con exactitud porque Santiago Mitre permanece alerta manipulando al espectador. Su agudeza narrativa asusta. Entiende tiempos, elipsis y su puesta en escena es clara. Santiago Mitre goza teniéndote al borde de la butaca.

Otro factor que completa a El Estudiante como producto irresistible es su tópico: la política. Jamás una política de cartulina para armar un thriller de secretos, dólares y mentiras. La política, en lugar de ser un marco contenedor o un encasillamiento genérico, se convierte en objeto obsesivo de estudio. Santiago Mitre se pregunta qué es la política, cómo se ejerce, para qué, por qué y bajo qué consecuencias.

Por eso El Estudiante es tan acertada: interpela con violencia al espectador, sobre todo al espectador joven, ese que se narcotizó con la militancia de los últimos años. El Estudiante no te obliga a tomar una postura maniquea, te obliga a algo peor: pensar y retorcer lo que viste.

Cuando terminó la proyección en el Hugo del Carril, el director habló con el público. Una jubilada con alzheimer quiso saber a qué partido pertenecía Santiago Mitre, y Santiago Mitre, que tiene una neurosis hermosa, se precipitó explicando que su pasión es hacer cine, no política. Entonces me pregunté cómo funcionaba la dupla cine-política acá. Bueno, para mí el asunto es éste: El Estudiante es una película antipolítica. Explico porqué.

Roque, el protagonista, es un boludo que va de carrera en carrera sin terminar ninguna. De pronto se mete en una agrupación estudiantil para garcharse una mina. En esta agrupación surge un entramado shakespereano y todo avanza por dinámica humana: celos, traiciones, simpatías, ambiciones y venganzas. Las convicciones ideológicas jamás están presentes y ganar una elección es una patología narcisista. Además, Roque descubre su talento manipulador y ante cada buena jugada su gratificación y confianza aumenta. Existe una silenciosa caricaturización del sujeto político; o es un descerebrado que escupe frases de Galeano o es un ajedrecista sombrío. Y esta ironía del sujeto político pone en jaque la práctica política en general.

Pero la clave está sin dudas en el final. ¿Qué significa?, ¿dos formas de hacer política? No; Roque jamás podrá escapar de un andamiaje instaurado. Su última estrategia no tiene nada innovador y es guiada una vez más por su descontrol humano.

Lo que se escucha en la toma final es un verdadero acto performático del habla: implica la clausura del ser político. Gesto de anarquía y renuncia. En ese final, El Estudiante corta sus lazos con la política para quedarse con la grandeza del relato. ¿Quién tiene el poder, quién gana, qué hacer? ¡No importa! Suprimiendo la manía del discurso político nos llevamos una película contundente y perfecta.