El estudiante

Crítica de David Pafundi - Fancinema

Infernal Affairs

Al igual que en El amor (primera parte) -donde Santiago Mitre era uno de los codirectores- El estudiante arranca con una voz en off que describe la situación: Roque viene desde un pueblo a estudiar a Capital Federal, y en sus primeros días dentro de la Universidad fija su atención en Paula, una joven profesora. Para conocerla se apunta en la materia que ella dicta como una mera excusa, se involucra y milita junto a ella en el mismo partido, paso inicial que lo vincula con los sectores más importantes de la política universitaria y le permite ascender velozmente y también ser manipulado/traicionado por sus superiores. El estudiante es una película política sobre la política como medio y forma.

Evidentemente, el meterse en este terreno puede sonar poco interesante para algunos, pero el film demuestra que la política se entromete en nuestras vidas más allá de las ideologías: en El estudiante, el protagonista comienza a lidiar con el mundo de la militancia, intenta meter a alguno de los suyos en la fotocopiadora, tranza con la oposición para salvar a un amigo que robó dinero, se olvida por completo de la carrera para dedicarse a ser la mano derecha de un futuro candidato a rector. Más allá de estas circunstancias, Mitre lleva con buen pulso la narración y también construye una subtrama amorosa creíble: como -de nuevo- en El amor (primera parte), la troupe de Mariano Llinás vuelve a mostrar escenas de sexo que resultan verosímiles.

Durante el último BAFICI -donde la película se estrenó-, algunos colegas como Daniel Cholakian y Javier Luzi se mostraron disconformes por el retrato que hace el film de Mitre sobre la política universitaria, desconociendo su estructura real, dejando en off al peronismo, actualizando prejuicios. Si bien es cierto que el director se encarga de hacer un retrato bastante pesimista de la política como herramienta para escalar y que su mensaje se asemeja a aquello que se decía en El padrino -“no es nada personal, sólo son negocios”-, también es cierto que se abre un abanico bastante amplio de puntos de vista, con lo bueno y lo malo de cada caso, hasta un final que puede sonar bastante idealista.

Más allá de estas cuestiones, al igual que pasó con producciones como Balnearios, Historias extraordinarias o El amor (primera parte), el grupo que rodea a Llinás, y del que Mitre forma parte, demuestra nuevamente que saben filmar, que tienen un amplio conocimiento de las formas cinematográficas y que trabajan las herramientas del cine con gran fluidez. El estudiante es una película entretenida, con buen ritmo y que tranquilamente podría tener un lugar en la cartelera comercial en vez de ubicarse en circuitos independientes. Y por si esto no fuera suficiente, filman con poco dinero y dejan en evidencia que hay vida por fuera de las grandes producciones que precisan subsidios del INCAA.

En El estudiante, los aspectos técnicos y formales están perfectamente trabajados, aunque uno puede achacarle cierta redundancia a la voz en off, la cual resulta por momentos bastante innecesaria y explicita la poca confianza que hay en las imágenes. De todos modos, la puesta en escena es impecable, las dos horas fluyen con mucha agilidad, y Mitre demuestra que tiene una gran pericia para filmar diálogos y construir espacios. El estudiante es un film interesante por lo que propone temática y formalmente.