El espacio entre nosotros

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

El joven que cayó a la Tierra

La película sobre el primer ser humano nacido en Marte. Así se podría resumir El espacio entre nosotros. La idea del filme dirigido por Peter Chelsom es demasiado ambiciosa, más aún cuando descubrimos que se trata de una teen movie (película adolescente) espacial que intenta mezclar la ciencia ficción con el drama y la comedia romántica.

Una tripulación de astronautas parte hacia el Plantea Rojo en una misión con fines experimentales. Durante el viaje, Sarah Elliot (Janet Montgomery), la única mujer del grupo, descubre que está embarazada. Desde la Tierra ven como algo imposible el regreso de la tripulación. Sarah fallece al dar a luz y Nathaniel Shepherd (interpretado por Gary Oldman), el jefe millonario que está a cargo de la misión desde la Tierra, decide mantener en secreto la vida del recién nacido.

16 años después, Gardner Elliot (Asa Butterfield) ya es un adolescente y empieza a chatear desde Marte con Tulsa (Britt Robertson), una chica que vive en Colorado. Nunca se explica cómo se conocieron, y aquí asoma la primera falla de la película, ya que en toda comedia romántica lo más importante es cómo se conocen los protagonistas, cómo se seducen, cómo llegan a la primera cita.

El conflicto se presenta cuando deciden traer al muchacho a la Tierra para someterlo a una operación. Tienen que fortalecer su densidad ósea a través de un tratamiento especial. Además, la sangre de Gardner tiene un elevado nivel de troponina, sufre de agrandamiento del corazón y no tolera la gravedad de la tierra.
Pero la idea del joven es encontrarse con su amada y buscar a su padre. Es así que emprenden un viaje, junto con Tulsa, por distintos lugares en busca de su progenitor, y escapando de los científicos que tienen a Gardner bajo un estricto control médico. Aquí la película gira hacia una road movie de aventuras que entretiene lo suficiente.

Sin embargo, el director la arruina cuando decide inclinarse por un drama romántico al estilo de los best sellers de John Green (Bajo la misma estrella), con sus típicos diálogos plagados de elementos cursis y una banda sonora original majestuosa pero boba. La solemnidad de algunas escenas entra en contradicción con el conjunto y la convierten en un drama pasatista de larga duración.