El eslabón podrido

Crítica de Eduardo Elechiguerra Rodríguez - Tiempo de Pochoclos

"¿Son humanas?", pregunta Raulo en un momento de la película. Y nos reímos por lo que implica la pregunta. En este pueblo, nadie parece humano pero todos lo son y sufrirán por ello. El filme, planteado en código de sátira, busca burlarse de las costumbres de esta pequeña villa donde la rutina no pasa de repartir leña, comer, bañarse, beber en el bar y recibir los placeres sexuales de Roberta, hermana de Raulo. Estos son seres humanos en sus necesidades más primitivas y es la visión de Diment, respaldada por las actuaciones y los aspectos técnicos, la que indaga en las complejidades de tales necesidades.

Pero el humor pronto se deja a un lado o lo continúa en un tono muy sutil y la película toma la ruta del drama. Se compadece de los entuertos de Raulo y Roberta antes de que se desate el toque final y macabro. Es aquí donde uno se pregunta cuál es el eslabón podrido: ¿el que termina soltando el cartel, esta familia o todo el pueblo? Hay tres maneras de responder a esa pregunta y todas son válidas. Bastaría razonar que el eslabón podrido es el humano, pero esto sería tomarse demasiado en serio la trama.

Durante toda la película, destacan la música sencilla, vestuarios detallados y la fotografía opaca. La música de acordeón y guitarra de Sebastián Díaz dan personalidad a esta historia pueblerina con toques de humor. La fotografía de Fernando Marticorena destaca los cielos y los árboles como si fueran los únicos testigos de este descenso por la locura de esta familia. Y los vestuarios coloridos resaltan cada personaje ahondando un poco en lo que los distingue a cada uno. Es en la edición donde el ritmo se debilita un poco porque, a pesar de su breve duración, hay escenas que se extienden y se vuelven reiterativas como las tomas finales de los asesinatos.

Reciente ganadora de Mejor Película (Competencia Iberoamericana) y Mejor Actor para Luis Ziembrowski en el Fantaspoa (Festival de Cine de Género en Porto Alegre), otro fuerte de ella son sus actuaciones por más que puedan ser vistas como excesivas. Marilu Marini interpreta a Ercilia, la madre bruja y psicótica, con fiereza. Ziembrowski sigue los pasos de su personaje con el mismo detenimiento para su inocencia y malicia. Su aparente tranquilidad asoma sus inquietudes también. Así, todo el elenco enlaza esta película de "pueblo chico, infierno grande" que logra varias risas pero lo que más tiene es sangre, el equilibrio que pocas películas de terror alcanzan.