El esgrimista

Crítica de Rosana López - Fancinema

LA PASIÓN DE APRENDER

Desde Finlandia, Klaus Haro propone en El esgrimista un relato basado en el amor desde diferentes aristas, dentro de un contexto histórico oscuro y desalmado como Estonia bajo el poder de la Unión Soviética. Estamos ante una producción que deja una buena impresión en la retina y una historia hermosa para atesorar en la memoria.

El film presenta a un eximio esgrimista que trata de refugiarse en un pueblito perdido (Haapsalu) lejos de Leningrado, antes de ser cazado por los “rojos”. En aquel entonces eran capturados todos aquellos que habían participado en la resistencia nazi, así sean de otras nacionalidades y hayan sido sometidos a la fuerza. Endel Neils, el protagonista principal de este relato -personaje real-, muestra de alguna forma esa otra cara del mundo de post-Segunda Guerra Mundial.

Un hombre que escapa de su pasado deportivo y militar para finalmente reencontrarse consigo mismo impartiendo clases a un grupo de niños que son también el alma de este drama. Niños brillantes que maduraron demasiado pronto y encuentran en las clases de educación física la oportunidad para encausar esa inocencia perdida. Inocencia interrumpida ante padres deportados por “traición a la patria” o que murieron en una guerra donde ni siquiera representaron a su país. En fin, un pueblo sin hombres con un clima gélido donde la interrupción de un nuevo maestro es visto como una figura paternal que trae algo de esperanza.

Un nuevo reto a la vez, para el reacio y soberbio Endel que con el pasar de los minutos comienza a encariñarse con los pequeños. Y por eso mismo decimos que esta es una historia de amor. No sólo el profesor se enamora de su colega, sino que los niños lo harán de él y viceversa. Se trata a la vez del amor al otro, del amor al deporte y su compromiso. De la confianza mutua en un mundo escolar donde no faltará oportunidad para que salgan a relucir los primeros traidores representados en directivos que sospechan del pasado de Engel.

Claro que esta clase de narraciones ya han sido muy frecuentes en el cine que retratan relación maestro-alumno y el sentimiento de autosuperación. Recordamos piezas como Billy Elliot o el profesor de literatura de Robin Williams en El club de los poetas muertos. Pero Haro la cuenta con tanta sencillez, con una destreza digna de esgrimista hilvana escena tras escena hasta conformar un relato bellísimo.

Haro también trata de “bajar a tierra” un deporte refinado como el de la práctica de las espadas recluido a la alta sociedad y a ciudades de carácter cosmopolita. Para demostrar que puede ser practicado con el mismo o mejor ímpetu por jóvenes y adultos de otras condiciones socioeconómicas. Con la única avidez esencial: la pasión de aprender.

Un excelente drama que juega con momentos de tensión y sorpresa para virar a resultados inesperados y positivos. Y que cuando realmente se enfrenta a situaciones crudas, lo demuestra con la mayor naturalidad y sencillez. A ello se suma una fotografía precisa, que suma a favor y la vuelve una referencia menor a El pianista de Román Polanski.