El escuadrón suicida

Crítica de Damián Aspeleiter - Revista Meta

DC comics es una compañía que se caracteriza por darle espacio a personajes que en su mayoría lindan lo ridículo e infantil, cuyos orígenes parecen pensados durante un juego infantil o un viaje de ácido, es así que nos encontramos con personajes cuya principal característica es arrancarse un miembro, vomitar o simplemente ser una calle con personalidad.

Durante años la compañía ha logrado esconder y al mismo tiempo sacarle jugo en diferentes colecciones como la extinta línea Vértigo, Doom Patrol, Legión de Superhéroes y el Escuadrón Suicida. Muchas veces estos personajes vienen acompañados de una personalidad y un background más que interesante que de ser puestos en las principales colecciones, como Batman, Flash o Superman, serian directamente ignorados. Es por eso que a veces funcionan como villanos menores o como simple relleno para los eventos anuales.

La editorial DC por otro lado está llena de personajes que repiten historia y habilidades de tal manera que a veces da lo mismo que aparezca uno u otro como antagonista del héroe en cuestión, algunos como Bloodsport, Peacemaker y Deadshot que parecen el mismo personaje nacidos para antagonizar en poderes e historia con Green Arrow o Batman. En las historias de estos personajes a veces se utilizan personajes secundarios con cierto carisma que funcionan como nexo para atraer al gran público, ese es el rol que cumple Harley Quinn en la película que nos toca, no es la protagonista pero es el personaje que atrae al público, en los comics Harley comparte el cartel con otros grandes personajes como Poison Ivy o Clayface.

DC comics vuelve a presentarnos una película con un grupo de sus personajes no muy conocidos en la cual el director James Gunn, sin ningún tipo de pudores, nos trae una historia que, si bien no es secuela de aquella que vimos en 2016 trata sobre otro equipo perteneciente al programa supervisado por Amanda Weller (Viola Davis) en el cual deben arriesgar su vida a cambio de reducirle la condena por sus múltiples crímenes.

En esta ocasión el equipo debe llegar a un ficticio país insular de las costas de América del Sur, Corto Maltese, que es en una versión ficticia de Venezuela, si tomamos en cuenta su bandera, Cuba por su clima o por sus inflexiones lingüísticas o por ciertas cuestiones urbanas, como las calles llamadas Agüero y Medrano, Argentina. En Corto Maltes el gobierno dictatorial de los Herrera han llevado a cabo una serie de experimentos con vida extraterrestre que de caer en las manos de los nuevos dictadores de la isla, que han realizado un violento golpe de estado, podrían poner en peligro el equilibrio global.

El equipo una vez más liderado por Rick Flag, (Joel Kinnaman) debe infiltrarse en el país insular de forma clandestina y llevar adelante su misión con la ayuda de cierto grupo rebelde liderado por Alice Braga.

La estructura de la película no muestra una gran originalidad y uno hasta puede decir que a grandes rasgos es la misma misión de la olvidable Escuadrón Suicida anterior (Suicide Squad, 2016) de David Ayer, pero con ciertas diferencias en el tono y la construcción de las relaciones entre los personajes. Se podría decir que el tono de comedia de acción le hace perder la solemnidad innecesaria y pasmosa que pretendió darle Ayer a su película, muy pegado a la pretenciosidad sin fundamentos que le dio Snyder a sus películas creadas a partir del universo DC.

Gunn crea un universo que de alguna manera parece un híbrido entre Guardianes de la Galaxia (Guardians of the Galaxy, 2014) The Boys (2019) y sobre todo Deadpool (Deadpool, Tim Miller, 2016), con algunos detalles en la relación entre personajes (corre mucha testosterona entre los personajes de Jon Cena e Idris Elba, la cual recuerda la relación de los personajes de Sylvester Stallone y Jason Stathan) y el argumento que nos recuerdan a los indestructibles (The Expendables, Sylvester Stallone, 2010).

A pesar de lo poco original del argumento y del humor infantiloide que recuerda al humor utilizado en otros productos basados en cómics (como Thor Ragnarok) u obras de los Monty Python; Gunn crea una historia bien contada que nos hace empatizar con algunos personajes y que en los momentos en los que debe dejar el humor absurdo y la acción sin sentido se convierte en una película oscura y cruel que sorprende. Si bien la fórmula es la misma. Se debe llegar a una torre a destruir a un monstruo que amenaza a la humanidad, esta historia no se guarda vueltas de tuerca que van más allá de cambiar a un monstruo mágico creado con rieles por un Kaiju. Cada uno de los personajes cumple un rol muy específico y bien pensado, aunque el peso dramático gire en torno a Bloodsport, interpretado por Idris Elba y Ratcatcher 2, interpretada por Daniela Melchior.

A pesar de que uno podría pensar que la película podría tener una trama que le da más espacio al personaje con mayor reconocimiento como Harley Quinn o el alivio cómico, que es Nanaue alias King Shark interpretado por Sylvester Stallone, Gunn construye una historia equilibrada que le da un desarrollo y un arco narrativo a cada uno de los personajes.

Con respecto al villano la película nos presenta a The Thinker (Peter Capaldi) que ya ha hecho todo aquello por lo que podríamos considerarlo un ser cruel y violento fuera de plano por lo cual sus acciones no tienen redención ni freno. Una de las mejores cosas que hace el guion de The Suicide Squad es mostrarle al público lo que sucede con las personas que están detrás del programa que sostiene a la Task Force X (nombre formal del escuadrón suicida) quienes no son simples títeres manejados al antojo de Weller u oficinistas grises que se limitan a obedecer, sino que son personajes que tiene peso en la trama y que de alguna manera hacen avanzar la historia.

The Suicide Squad es una película violenta, divertida, y absurda que está bien narrada, a la cual no se le pueden hacer reproches desde lo técnico que mejora en todo a su antecesora y que, si uno la mira como primera aproximación a los personajes, libre de toda comparación, puede disfrutar.