El empleado y el patrón

Crítica de Samantha Schuster - Cinéfilo Serial

Luego de realizar las películas «La perrera» (2006) y «El lugar del hijo» (2013), el director uruguayo Manuel Nieto Zas vuelve al cine para entregarnos «El empleado y el patrón», un film que profundiza en las diferencias de clases a través de una historia intensa, sorpresiva y dramática.

La película se centra en Rodrigo (Nahuel Pérez Biscayart), un patrón de estancia poco convencional en la frontera entre Uruguay y Brasil, que frente a la escasez de trabajadores debe buscar un nuevo empleado para manejar uno de sus tractores para la cosecha. Es así como conoce a Carlos (Cristian Borges), un joven al que le interesan más los caballos y competir en carreras, pero que acepta el trabajo porque tiene una bebé que mantener. Rodrigo también tiene su hijo propio con Federica (Justina Bustos), que presenta posibles signos de un trastorno, y están preocupados y ansiosos por el diagnóstico. Sin embargo, un accidente trágico cambiará la vida de ambos y profundizará las tensiones generadas por los conflictos de clase y las relaciones de poder.

«El empleado y el patrón» es una película de personajes, de aquellos que presentan tantos matices que podemos identificarnos y empatizar con ellos en ciertos momentos y que por otros nos chocan sus actitudes y comportamientos. Tanto Rodrigo, con su aire despojado, contemplador y comprador, como Carlos, introvertido, sumiso y soñador, van evolucionando con el correr del metraje y construyendo una relación compleja, incómoda, de esas que se necesitan mutuamente para poder subsistir pero a la vez no hacen más que empeorar la vida del otro. Por instantes nos descolocan sus respuestas o formas de actuar, pero no porque no vayan con la esencia de los personajes, sino porque las experiencias de vida los van llevando por distintos caminos.

Esto hace, también, que la película tenga giros bastante sorpresivos e impactantes, que uno no se los ve venir (sobre todo si no ven el tráiler antes, que revela algunos aspectos importantes). Sí estamos atentos a que la olla a presión que se va gestando a lo largo de la historia va a estallar en algún momento, pero cuando lo hace resulta ser efectivo y poderoso.

El clima de tensión que construye el film es muy acertado, y mucho tiene que ver el guion, el manejo de los tiempos, la ambientación, la fotografía y la banda sonora como también las interpretaciones del elenco, no solo de Nahuel Pérez Biscayart y Cristian Borges, a quienes mencionábamos anteriormente, sino también de aquellos que encarnan a los personajes secundarios que le aportan una presencia incómoda o comentario ácido al relato, como Justina Bustos como Federica o Fátima Quintanilla como Estefanía, la mujer de Carlos. Entre ellas existe un vínculo tirante, como una soga a punto de cortarse, que es muy atractivo de ver.

A partir de las relaciones de los personajes y los hechos trágicos que se van sucediendo, el film logra profundizar sobre cuestiones como las diferencias de clase, la maternidad/paternidad, los deseos personales, el duelo, el sobreponerse a la adversidad, la explotación laboral, entre otros temas.

En síntesis, «El empleado y el patrón» resulta ser una mezcla entre un drama y un thriller muy sólido, que gracias a los giros sorprendentes e impactantes, las actuaciones del elenco que nos ofrece personajes llenos de matices con los que vamos cambiando nuestra perspectiva a medida que avanza la historia y un clima a pura tensión y suspenso nos va llevando por un viaje intenso y satisfactorio.