El emperador de Paris

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Al revés de lo habitual, Eugene-François Vidocq (1775-1857) fue un delincuente que terminó convertido en jefe de Policía. Aun más: fue un impulsor de la Policía científica, el creador de la Sureté Nationale y, cuando le serrucharon el piso, se convirtió en pionero de las agencias de detectives. En él se inspiraron Balzac y Edgar Allan Poe. Sobre él también hay una decena de films y tres series de televisión. Harry Baur, Edmund Sanders, Claude Brasseur y Gerard Depardieu protagonizaron sus andanzas. Ahora lo hace Vincent Cassel, en una versión que se quiere más realista que las anteriores, y más sangrienta.Lo de sangrienta está logrado desde la primera escena, en una cárcel flotante, hasta la última, donde el hombre se presenta a palacio lleno de moretones sin curar. Abundan las peleas a muerte, y a lo bestia, y también hay asesinatos por puro gusto. Lo de realista, va por la mugre y la inseguridad de las calles parisienses de entonces, las caras patibularias de los criminales, y las intrigas palaciegas. Todo transcurre en tiempos en que Napoleón era Emperador de Francia, y Vidocq recién iniciaba el camino que lo convertiría en Emperador de París. No lo veremos como autoridad oficial, sino, todavía, como una creciente autoridad parapolicial. Para esto Cassel aporta el gesto duro, la voz cortante y el movimiento brusco. Denis Lavant y August Diehl, los rostros ideales para encarnar la maldad más primaria. Olga Kurylenko y Fabrice Luchini (Fouché), la maldad más refinada. Coreografía de peleas, ambientación, música, son otros atractivos. Saltos de hilación, escenas en la oscuridad, son puntos en contra.