El emperador de Paris

Crítica de Beatriz Iacoviello - El rincón del cinéfilo

Jean -Françoise Richet, quien debutó en 1995 con “État des lieux” (1995, “Estado de juego”), y luego continuó con un cine de acción donde la violencia era la principal protagonista como en la miniserie “Merisme” (“Instinto de sangre” y “El enemigo público N° 1”, 2008) y “Blood Fadher” (“Padre de sangre”, 2016), en esta oportunidad presenta “El Emperador de París” (“L'Empereur de Paris”), con mucha acción, pero cuyo trasfondo en realidad se limita a dar una mirada superficial sobre un siglo muy convulsionado como lo fue el XIX.

La acción comienza con imágenes de la construcción del “Arco del Triunfo”, que en 1806 mandó a realizar Napoleón Bonaparte a semejanza del Arco de Tito en Roma, para conmemorar la victoria de las tropas francesas en la batalla de Austerlitz, porque había prometido a hombres: “Volveréis a casa bajo arcos triunfales”.

Luego pasa a un barco prisión, lleno de asesinos calificados, donde nos presenta a Eugène-François Vidocq (Vincent Cassel: “Los ríos color purpura”, Mathieu Kassovitz, 2000, “El pacto de los lobos” Christophe Gans”, y “Lee mis labios” Jacques Audiard, 2001, “Irreversible” Gaspar Noé 2002, “Merisme” 1y 2”, 2008); y a los personajes que lo acompañaran durante el filme. Algunos de ellos pelean por sobrevivir en combates de muerte estilo MMA (artes marciales mixtas) encerrados en una jaula. Todos están bajo el dominio de Malliard(Denis Lavand,“The Bra” “El sujetador”, Veit Heklmer, 2018), “Louis - Ferdinad Céline” ,Emmanuel Bourdieu, 2016).

Allí conoce y rescata a Nathanaël (August Diehl: “Inglorious Basterds” “Malditos bastardos” Quentin Tarantino, 2009, “Salt” Phillip Noyce, 2010, “El joven Karl Marx” Raoul Peck, 2017), quien al promediar el filme se volverá su enemigo.

Un fundido a negro traslada varios años después a un mercado de París con Vidocq vendiendo telas bajo una falsa identidad y lidiando con Annette (Freya Mayor, “Not Another Happy Ending” -Buscando un final feliz- John McKay, 2013, “Cézzanne et moi”,“Cézane y yo” Danièle Thompson, 2016), una joven carterista de la cual se enamora.

Eugène-François Vidocq (1775-1857) fue un personaje real en la caótica Francia prerrevolucionaria de 1820, transformado en mito. Su impresionante biografía sirvió de inspiración para: Victor Hugo que lo utilizó para su Jean Valjean en "Los Miserables", Alejandro Dumas quien basado en él escribió la segunda parte de "El Conde de Montecristo", Balzac para representar uno de los personajes principales de su trascendental obra "La comedia humana" y fue referente para Jacques Collín (ocultista y demonólogo).

También se especula que Edgar Allan Poe se inspiró en él para crear al detective C. Auguste Dupin, en 1841; y Émile Gaboriau a su detective Monsieur Lecoq, un investigador caracterizado por su constante uso del método científico.

A Vidocq se le atribuyen multitud de avances en el campo de la investigación criminal, introduciendo los estudios de balística, el registro y creación de expedientes con las pesquisas de los casos, o la propia criminología. Fue el primero en utilizar moldes para recoger huellas de zapatos de la escena del crimen. Sus técnicas antropométricas tendrían gran repercusión.

Jean -Françoise Richet, al recrear a Vidaocq, genera en varias secuencias de su filme una atmosfera sensual y obscena, en las cuales coexisten submundos donde la droga y la explotación anulan a la persona, donde la orgía de asesinos y ladrones se entronca en un París que hierve febril en los albores de la revolución de 1820.

“El Emperador de París” circula por un París de sótanos sórdidos y misteriosos, interiores de preciosista decoración, abigarrados de objetos, de callejones húmedos y oscuros, de noches tenebrosas en las que ondean capas negras, bajo lluvias discontinuas y transitan fantasmales carruajes por los que asoman rostros grotescos o aristocráticas damas como la baronesa (Olga Kurylenko: “La bruma” –“Dans le brume”,Daniel Roby, 2018, “La muerte de Stalin” -“The death of Stalin”- Armando Iannuci, 2017).

Richet junto con el guionista Eric Besnard (“Babylon AD”, Mathieu Kassovitz, 2008), crearon un Vidocq a la medida de Vincent Cassel, en el que no se muestra al detective en la realización de sus investigaciones, y experimentos con balística, sino que se juega con un héroe sangriento y brutal, muy bien rescatado por la cámara de Manu Dacosse, que cubre de modo magistral no sólo la alfombra de muertos diseminados por cualquier parte, sino todos los duelos de armas, cuchillos y espadas desde ángulos increíbles mostrando el destripadero de hombres y mujeres como un feroz, sangriento e inhumano cuadro hiperrealista.

“El Emperador de París” es un filme visual y estéticamente bello, pero carece de profundidad para encarar a todos sus personajes. Y en especial al siniestro y camaleónico Joseph Fouché (Fabrice Luchini. “En la casa” -“Dans la maison”- François Ozon -2012, “Potiche, las mujeres al poder”, François Ozon, -2010), fundador del espionaje moderno y el responsable de la consolidación del Ministerio de Policía de Francia, posteriormente denominado Ministerio de Interior de Napoleón, que se desdibuja al ser presentado como un simple hombre de poder sin escrúpulos y perverso

En “El Emperador de París”, se puede observar que el director se circunscribió a las atmósferas del videoclip, en el juego de imágenes, y al género fantastique, desde el punto de vista de lo espantoso y terrorífico, donde rige y se acepta un mundo “normal”, pero cruel, ligado a un ambiente particular de crispación y enfrentamiento con lo imposible.

En esta realización Jean -Françoise Richert rescata a Vidocq en un filme barroco con una estética posmoderna, que le permite mayor definición, imprimir un carácter pictórico al filme, e introducir encuadres atrevidos, usar mucho traveling, planos contrapicados y subjetivos; además de las aceleraciones que experimentan con la imagen y los personajes al recortarlos en atmósferas, sórdidas e irreales. El resultado es original y extravagante.