El Diablo Blanco

Crítica de María Paula Rios - Fandango

Ritos satánicos en el bosque tucumano.

Ignacio Rogers debuta con una película de género, poniendo en juego una historia vinculada a leyendas del norte de nuestro país, que tienen su origen en la época de la conquista española. Cuando el hombre blanco invadía las tierras y se entrometía en las costumbres de las tribus que allí habitaban.

Todo comienza en el momento que cuatro amigos se van a vacacionar a un pequeño pueblo en medio de las montañas tucumanas. La cosa va de maravilla (aire fresco, mucho verde, una hermosa laguna), hasta que en un paseo nocturno, uno de ellos se cruza con un extraño hombre ensangrentado. A partir de ese instante se comenzarán a suceder una serie de crímenes inexplicables, y el grupo quedará varado en ese lugar infernal.

Sí… el auto se rompe, no hay repuestos, el colectivo para la ciudad pasa una vez a la semana, y demás tópicos del género. Sin dudas, una fuerza maligna e invisible los retiene. A su vez, el pueblo parece ser cómplice de esos asesinatos rituales. Estamos ante una película muy bien actuada, técnicamente impecable, que a partir del avistaje del “diablo blanco” se sumerge en un ámbito enrarecido, por momentos lisérgico.

Si algo podemos observar es que el tempo se dilata encontrando un final algo abrupto. Es decir, hay un cambio de clima narrativamente violento al momento del desenlace. Más allá de esto, Rogers nos adentra en una historia atrayente y sugestiva, que se vale de elementos autóctonos para provocar terror.