El día fuera del tiempo

Crítica de Martín Chiavarino - A Sala Llena

Criminal suelto, detective atado.

Con un aura mística que recupera la cosmogonía maya, El Día Fuera del Tiempo introduce al espectador en la investigación de un detective privado de la muerte de una estricta profesora de catequesis en un colegio privado religioso franciscano en el año 1987 en Argentina. Con el trasfondo del levantamiento militar liderado por Aldo Rico y la sanción de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, el thriller discurre alrededor de una niña, Ariadna, que con un dibujo parece haber presagiado la muerte de la profesora. Su madre, sobreviviente de un centro de detención clandestino, vive recluida en su casa y teme salir producto de la sanción de las ominosas leyes que dejaron libres a los cuadros operativos del Proceso de Reorganización Nacional que secuestró a treinta mil personas. La tía de Ariadna, Emilia, profesora de música del colegio y hermana melliza de la madre de la niña, recurre al padre Rafael, un joven cura benedictino y ex enfermero, como confesor y amigo mientras que los curas se muestran esquivos a la investigación. La niña, concebida en un centro clandestino tras su secuestro durante la última dictadura militar, parece ser la clave de un misterio en el que todo el colegio parece involucrado.

Gracias a una serie de gags humorísticos producidos por algunos personajes secundarios, como un eterno monaguillo y un vendedor de golosinas homosexual del colegio, la película se transforma de thriller policial religioso en una comedia absurda. Estos chistes disparatados son lo mejor del convite y representan la imposibilidad de la película de desarrollar una trama policial creíble y sólida.

El Día Fuera del Tiempo adolece de graves problemas en su guión y nunca puede resolver una escena sin ad-hocs que se trasladan finalmente a las actuaciones, atentando contra la coherencia narrativa. La profundidad que el conjunto de las historias debería transmitir se desintegra debido a la pobreza de cada una de las subtramas y de los diálogos. Al buscar una resolución la película solo consigue confundir más al espectador sobre las intenciones narrativas. Escena tras escena hay un derrumbe que solo es amainado por las intervenciones cómicas de los actores secundarios. Desgraciadamente el film nunca se decide a desarrollar un thriller policial o político o una comedia, dejando la cuestión política de las “leyes de impunidad” a la deriva y la temática filosófica como una mención al pasar sin desarrollo narrativo. El cáliz sagrado sigue perdido y el guión teme encontrarlo.