El día fuera del tiempo

Crítica de Diego Brodersen - Página 12

Un berenjenal de (tele)novela

Segundo largometraje de ficción de Cristina Fasulino, El día fuera del tiempo es una parodia no intencional de varias cosas: del policial de investigación, del misterio en ambiente religioso alla El nombre de la rosa, del drama intimista e, incluso, del film con temática histórico-política ligado a la última dictadura militar. Pocas cosas funcionan como deberían y las razones son diversas y profundas. En principio, la historia del detective (Gonzalo Urtizberea) que descubre que la muerte natural de una profesora no es tal está atravesada por los mil y un clichés, desde el propio protagonista –con su gabán y petaca a cuestas– hasta el personaje gay que hace las veces de informante y confidente, pasando por la niña que crea dibujos sangrientos y premonitorios que, por otro lado, parece ser la única estudiante del establecimiento educativo al cual concurre. Ese descubrimiento detectivesco (una media rota, polvo en un zapato) se produce a partir de la simple inspección de un puñado de fotografías, sosteniendo –como ocurrirá con muchas de las vueltas de tuerca que el film acumula en hora y media de proyección– el disparate de la autopsia peor realizada en los anales de la medicina y la historia del cine.

Narrada en el marco temporal de veinticuatro horas –de allí, en parte, su título–, el ambiente algo tenebroso que contiene a personajes y avatares es una escuela parroquial, con iglesia adyacente gobernada por monjes franciscanos, en lo que parece ser un pueblo del interior o un tradicional barrio porteño. El año es 1987 y es a partir de ese contexto histórico que El día fuera del tiempo incorpora otro elemento que, por deducción lógica, debe haber sido determinante en la escritura del guión: en los primeros minutos se escucha la voz de Raúl Alfonsín comunicando la promulgación de la Ley de Obediencia Debida. El berenjenal de crímenes pasionales y políticos en el cual el film se interna a medida que avanza la investigación –banalizando unos y otros– hace recordar a esas telenovelas tradicionales a las cuales se les inyecta artificialmente una temática “seria” como adminículo prestigioso. Con momentos de humor involuntario y otros en los cuales los gags planificados no convocan a la sonrisa, una paleta de actuaciones que pocas veces da en el clavo, los más inverosímiles secretos del pasado saliendo a la superficie sobre el final (que harían sonrojar al término melodrama), El día fuera del tiempo es el espécimen perfecto de uno de los estratos más bajos de la producción cinematográfica local.