El dedo

Crítica de Juliana Rodriguez - La Voz del Interior

El índice popular

Es 1983 y, al fin, llegaron las elecciones a la Argentina. También a un pequeñísimo pueblo cordobés, que debe decidir quién será su intendente: Baldomero (Martín Seefeld), el candidato popular, o Don Hidalgo (el Puma Goity), el terrateniente oligarca. Pero a Baldomero lo matan y su hermano, Florencio (Fabián Vena) busca venganza y guarda su dedo en un frasco de formol, al que los pobladores empiezan a otorgarle poderes místicos.

La película de Sergio Teubal usa el momento político apenas como contexto para desarrollar una comedia a la vez costumbrista y absurda, con el pueblo como protagonista de esta especie de Fuenteovejuna serrano. Las anécdotas de sus habitantes, diseñados como estereotipos, rodean al eje narrativo y con ellos se desarrolla el humor: con el loco, el bueno, el poderoso, el callado, el extranjero.

El filme comparte algo en el tono de su relato con películas como La gran seducción, El divino Ned o Bienvenidos al norte. Así, el costumbrismo del pueblo es mirado con humor y cierta ternura y narrado sin exageraciones. El dedo logra ser una historia fresca, que no busca la comicidad en la torpeza sino en lo sutil, aunque a veces se disperse un poco.

Valga una advertencia: para los actores cordobeses la tonada no es un problema, pero para el resto puede serlo. Fabián Vena y el Puma Goity no caen en esa clásica mala imitación porteña de la tonada, es verdad, pero por momentos la neutralizan en rasgos regionales que pueden ser de cualquier lugar del interior. Hay dos opciones para el espectador local: o logra hacer un pacto de verosimilitud con ese acento, o no lo logra y eso puede impedirle disfrutar de la historia. Dependerá de cada uno.