El dedo

Crítica de Adolfo C. Martinez - La Nación

Una alocada trama entre la comedia negra, la sátira política y la línea del absurdo

El antiguo refrán: "Pueblo chico infierno grande" es el más indicado para recorrer las andanzas de esos personajes que con el regreso de la democracia habitan la pequeña localidad cordobesa de Cerro Colorado. El negocio de ramos generales de Florencio es el lugar en el que todos se encuentran y tratan la próxima elección para intendente.

Baldomero, hermano de Florencio, es un joven taciturno que, moviendo constantemente su dedo índice sobre la mesa que ocupa por horas frente a un vaso de vino, observa a todos esos vecinos con ojos inquisidores hasta que un día su cadáver aparece entre las rocas, al borde de un camino. Las preguntas comienzan a cruzarse: ¿quién mató a Baldomero?; ¿y por qué?

Y allí está Florencio con su ceño adusto para tratar de dilucidar el secreto. Antes de enterrar a Baldomero, su hermano le corta el dedo índice y lo coloca en un frasco de vidrio que deja sobre uno de los mostradores de su negocio. El sabe (o intuye) que ese dedo señalará al autor del crimen. Mientras, don Hidalgo, un hombre que quiere ser intendente, intentará conquistar a los habitantes. Así, entre aires misteriosos, se acerca el momento de las elecciones, y el dedo de Baldomero indica posibles autores de su muerte. Varios y divertidos son los personajes que transitan por esta alocada trama que, entre la comedia negra, la sátira política y el absurdo andan y desandan los caminos para lograr revivir al tranquilo pueblo. El novel director Sergio Teubal logró, sobre la base de un guión ingenioso, convertir a esta historia pueblerina en un entretenimiento constante. Un elenco de indudable habilidad para seguir los distintos puntos de vista fue otro de los elementos sobresalientes de esta producción. Tanto Fabián Vena como Gabriel Goity lograron dotar de gracia a sus respectivos personajes.