El dador de recuerdos

Crítica de Paula Caffaro - CineramaPlus+

Entre referencias al mundo de la “polis” griega y una fuerte tendencia a la concientización ecológica, The Giver (El dador de recuerdos para Argentina) es una película de ciencia ficción que busca representar cómo sería la vida bajo las estrictas reglas de un super poder dictatorial que garantiza la armonía y perpetua estabilidad de sus habitantes.

El sistema de organización de la antigua Grecia no sólo era estrictamente jerarquizado sino también severo y único. Fuera de la seguridad de la polis, el “más allá” era sinónimo de exilio, desprestigio y muerte. Lo mismo sucede en The Giver, donde una comunidad de humanos viven dominados por un sistema de gobierno, cuya jefa es Meryl Streep, en el cual se han afectado varios sentidos.

Ubicados en un tiempo y espacio que bien podría ser el futuro, el filme comienza con una imagen aérea que revela la forma de este gran asentamiento apático. Es la forma de una corteza de un árbol lo que delimita el fin del territorio habitable y el principio de la nada. Así, sobre los restos de un gran árbol talado, se erige este pequeño gran mundo controlado. Ideales contra natura para recrear una naturalidad perfecta son la base ideológica de este grupo de gobernantes que vivieron un pasado lleno de dolor (a causa de los sentimientos), y que, con el fin de preservar la especie humana, decretaron de forma deliberada la eliminación de todo vestigio sentimental que pueda existir. ¿Cómo lo lograron? Sedando a toda la población con una inyección matutina diaria que funciona como bloqueador.

La teoría de las Ideas de Platón ya advertía acerca de lo peligroso que era confiar en los sentidos, más tarde, y como transición hacia la modernidad, Descartes, lo confirmaba con su método, el cual lo hizo dudar hasta de su propia existencia. ¿Serán entonces los sentidos tan engañosos como para tener que eliminarlos de la humanidad?

Una vez planteado el estado de situación, el drama comienza cuando Jonas, el protagonista, se da cuenta que él es diferente al resto y, más allá de que es el único que puede ver en colores, siente que su misión en la aldea tiene que ver con una gran carga de responsabilidad y entrega. Designado por el Tribunal de Ancianos a ser el habitante quien funcionará como portador de las memorias de toda la comunidad, su entrenamiento (a cargo de Jeff Bridges) consiste en acumular recuerdos ajenos para poder transmitirlos al próximo dador de recuerdos, y así hacer perdurar la historia de los orígenes.

La tarea es compleja y la instrucción casi un calvario, pero este descubrimiento sensorial será el que lo llevé a intentar quebrar todas las leyes establecidas y devolver a la humanidad aquellos sentidos que si bien tienen un lado muy oscuro, como la muerte y la guerras, también tienen otro costado hermoso que es aquel por el cual surge el amor, la familia y el arte. Evitando la inyección diaria poniendo en lugar de su brazo una manzana (cualquier coincidencia con la historia acerca del pecado original no es mera coincidencia), Jonas parece comenzar a experimentar una extraña sensación: por primera vez toca la mano de una mujer, y al descubrir el encanto de su mirada color verde se da cuenta de lo que es el amor.

Inundado de información sensorial, decide traspasar los límites de la Aldea y aventurarse a lo desconocido sólo para alcanzar el portal que re activa los sentidos, y poder regresar la vida natural a todos los habitantes de la comunidad. Con un bebe en brazos y la ayuda de un trineo enterrado en la nieve, Jonas será el responsable de un nuevo despertar. Es Navidad, y entre villancicos, y la ocasión que la festividad conmemora, es el espíritu de renovación y nacimiento lo que The Giver quiere ofrecer como moraleja.

Por Paula Caffaro
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