El cuidado de los otros

Crítica de Guillermo Colantonio - Fancinema

LA FUERZA DE LO NO DICHO O MOSTRADO

Tanto en Los globos, la película anterior de González, como en El cuidado de los otros, el mundo es un lugar vulnerable, sobre todo para los chicos. Es un drama que excede en este caso las clases sociales. Un error puede transformarse en una pesadilla cotidiana. ¿Es un mal irremediable del presente? ¿Es acaso el vaciamiento del significado de lo que se denomina responsabilidad, o cierta ligereza propia de una zona de riesgo inconsciente? A veces, el azar o el destino irrumpen abruptamente y la vida se torna insoportable.

Luisa (Sofía Gala Castiglione) tiene dos trabajos. En uno de ellos, cuida a niños temporalmente, sobre todo a Felipe, el pequeño hijo de una familia porteña. El incidente con una puerta, la presencia de su novio en el departamento y un descuido sumergen a Luisa en un itinerario desesperante. Claro está, la desesperación está contenida y nunca las estridencias se imponen sobre un relato narrado con golpes sobrios de montaje y una efectividad narrativa que evita las explicaciones. La procesión de la protagonista es encapsulada por una cámara que nunca suelta al personaje, que acompaña su incomodidad existencial en un viaje donde el pánico y la incertidumbre se manifiestan a través de miradas, algún que otro desahogo y decisiones que parecen empantanar más el horizonte. Hay un calvario personal que pone a Luisa en una situación angustiante mientras el resto desfila sin saber muy bien qué hacer. No obstante, al drama individual, González le suma el otro, el colectivo, propio de una sociedad que ha naturalizado el trabajo precarizado (sea en la fábrica o en las casas donde familias pretenden cubrirse de sus pagos en negro). De ahí también la lógica del título, utilizada en el doble sentido de la desprotección.

Con una mirada que no se refugia en proselitismos ni abusa de la hinchazón estética, González da forma a la punta del iceberg, con austeridad, despojamiento y precisión a la hora de trazar los comportamientos de los personajes. En los matices se encuentra el perfil de cada uno, en una realidad donde es difícil perdonar, aceptar y tolerar. Como en Los globos, hay un pasaje culminante, una decisión que abre una nueva posibilidad. Ni condena ni victimización. El cuidado de los otros, tal vez desconcierte en el contexto de un cine donde todo se erige como importante. En lo no dicho, en lo no mostrado, radica su principal fuerza.