El cuervo

Crítica de Fernando López - La Nación

He aquí un Edgar Allan Poe cabalgando en medio de la niebla de Baltimore, revólver en mano. Está siguiendo el rastro de un serial killer que se inspira en sus relatos para cometer sangrientos crímenes, que son como las migas de pan de Hansel y Gretel, sólo que no señalan el camino de regreso a ninguna parte, sino que conducen al paradero de la mujer que el escritor ama y que ha sido secuestrada por el perverso y anónimo fan, harto de que su ídolo literario, por culpa de la bebida, haya abandonado las ficciones y se dedique ahora sólo a la crítica y la poesía. Un fan temible, por cierto, como que le exige al poeta doble tarea: producir nuevos cuentos para satisfacer su hambre de novedades y encontrar el tiempo suficiente para meterse en los zapatos de Sherlock Holmes y colaborar con el detective que sigue el caso. Porque ¿quién mejor que el autor podría prever, a partir de cualquier detalle dejado como pista, cuál será el próximo cuento que inspirará al asesino y cómo llegar al lugar donde tiene recluida a su víctima antes de que cumpla con su amenaza de darle muerte?

Como se ve, se trata de una versión revisionista de los últimos días del poeta de El cuervo , aprovechando el misterio en torno de los motivos de su muerte, nunca esclarecidos, pero objeto de infinidad de especulaciones. De algún modo, lo que han buscado los libretistas Hannah Shakespeare (ningún parentesco con el Bardo) y Ben Livingstone (hasta aquí, sólo actor) es un pretexto para cubrir ese vacío con una aventurada mescolanza de material de Poe, casi un miniantología de sus éxitos, protagonizados por él mismo. Pudo haber sido un punto de partida rendidor de habérselo desarrollado con imaginación, algo de humor y una dirección menos rutinaria que la de James McTeigue. Pero no: a la dudosamente feliz idea de elegir a John Cusack para encarnar a Poe (que, con todo, salva su parte con cierto decoro) se suman otras flaquezas. El film se hace largo, reiterativo y bastante torpe, y el único interrogante que siembra es ¿qué habrá querido hacer el realizador con este material?

Quizás atraer a los fanáticos del autor, que tal vez se diviertan al enterarse de algunos detalles, como por ejemplo la razón por la que el agonizante Poe repetía en su delirio el nombre de Reynolds. También conocerán a Rufus Griswold, su encarnizado rival, y sabrán que el famoso poema que da título a la película le reportó a su inmortal creador la suma de 9 dólares. Y acaso se entretengan apreciando con qué osadía los responsables del film entreveran en el relato elementos tomados de las obras de Poe. No hay más: la ambientación ayuda un poco; el elenco (salvando a Brendan Gleeson), no.