El cuento del tío

Crítica de Milagros Amondaray - La Nación

La ópera prima de Nacho Guggiari cruza el costumbrismo de Esperando la carroza de Alejandro Doria y su crisol de personajes histriónicos con esa revitalización del género policial que fue Entre navajas y secretos de Rian Johnson. Si bien el entramado de influencias (también hay un anclaje inevitable en la comedia negra para que la amalgama funcione) podría haber resultado un pastiche, el realizador sale airoso gracias a un guion de su autoría en el que no deja margen para secuencias sobreexplicativas.

El cuento del tío es una película que va hacia adelante y que en sus 72 minutos no pierde el tiempo en presentaciones. Por el contrario, las figuras que comandan la historia se describen por sus acciones, en su gran mayoría repudiables, que giran en torno a un plan que consideran infalible: aprovechar la muerte en plena cena navideña de Rodo (Jorge D’Elia), el tío rico de la familia, para ocultar el cuerpo, fingir un secuestro, y pedirle el dinero del rescate a su esposa (Silvia Pérez), la única vía que encuentra el clan para salir de una cotidianeidad oprimida por las deudas.

Guggiari demuestra que confía en una audiencia que conoce los códigos de los géneros sobre los que se construye su debut, por lo cual la sucesión de fallidos por parte de esos personajes tan bien interpretados por actores como Luis Ziembrowski, Alejandra Flechner, y Mónica Villa (en un guiño a Esperando la carroza) son siempre efectivos y se benefician de la brevedad del relato y de una ingeniosa relectura que se hace del mismo sobre el final.